Animales

La lenta agonía del último oso de Vigo: hígado, riñones e intestinos afectados

Carmo, el único plantígrado que queda en VigoNature, sufrió durante el verano dos episodios de apatía y debilidad

Oso en las instalaciones.
Oso en las instalaciones.VigoNature

El futuro de Carmo, el último oso que habita en Vigo, se vuelve cada día más incierto. El ejemplar, que llegó a la ciudad en 2006 junto a su hermano Pelayo, fallecido en 2018, atraviesa un delicado estado de salud que amenaza con acelerar la desaparición definitiva de los grandes mamíferos en las instalaciones de VigoNature, el espacio que sustituyó al antiguo zoológico municipal de A Madroa.

El Ayuntamiento de Vigo confirmaba en las últimas horas que Carmo sufrió durante el verano dos episodios de apatía y debilidad que obligaron a iniciar un tratamiento veterinario.

Aunque, de momento, el animal está respondiendo positivamente, las pruebas realizadas detectaron varias dolencias que afectan a órganos vitales: hígado, riñones e intestinos. Ante este escenario, los especialistas consideran imprescindible realizar nuevas pruebas diagnósticas para establecer un diagnóstico definitivo que permita aplicar un tratamiento adecuado y clarificar el pronóstico.

El plantígrado, de algo más de veinte años, padece problemas hepáticos que le han provocado vómitos y diarreas, y se encuentra pendiente de una biopsia en Lugo para concretar el alcance de la enfermedad. Si su estado de salud lo permite, aún podría vivir otras dos décadas, pero su situación en VigoNature resulta cada vez más insostenible.

El Concello lleva meses intentando encontrarle una nueva residencia en un refugio especializado. Sin embargo, la tarea se ha topado con múltiples rechazos: ni en Asturias ni en otros centros de España se han mostrado dispuestos a acogerlo, en parte por la dificultad de integrar a un ejemplar nacido en cautividad que no sabe valerse por sí mismo en libertad y que podría ser rechazado por grupos ya formados.

Mientras tanto, Carmo continúa su vida solitaria en A Madroa, rodeado de un entorno que se vacía poco a poco. En los últimos meses, cebras, ciervos, avestruces, orix y llamas han sido trasladados a otros centros, dejando al oso como uno de los pocos vestigios del antiguo zoológico.

En este escenario, la historia de Carmo bien podría ser una especie de metáfora de un cierre a medias: un zoo que ya no lo es, un parque ambiental que no logra desprenderse de su pasado y un animal que, entre diagnósticos pendientes y mudanzas fallidas, resiste en una lenta agonía mientras se decide qué hacer con él.