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Lenguas

Las palabras gallegas que dicen lo que el castellano no alcanza

De 'comborza' a 'aturuxar', estos cinco términos revelan la riqueza y la identidad propia del idioma

Bosque gallego. Galicia Única

Hay palabras que, como quien entra sin llamar, se cuelan en la conversación y revelan mundos enteros. Expresiones que no tienen equivalente exacto en otros idiomas, y que condensan significados y formas de ver la vida. El gallego está lleno de esos términos que dicen lo que el castellano apenas insinúa. Y algunos resultan, además, muy sorprendentes.

Aquí van cinco ejemplos que prueban que el gallego no sólo nombra las cosas, las interpreta.

1. Comborza: el amante con aire de novela de pueblo

Más que un sinónimo, es una categoría cultural. La comborza no es simplemente una persona con la que se mantiene una relación fuera del matrimonio: es un personaje, parte del folclore popular, con connotaciones de secreto a voces, de complicidad, de murmullos en la taberna.

2. Fochicar: hurgar con energía... y con saña

¿Quién no ha fochicado alguna vez en un cajón buscando unas llaves o entre los tomates del mercado para encontrar el más maduro? Este verbo gallego significa rebuscar o trastear con insistencia y cierto desorden, algo así como "revolver con arte". Y no, hurgar no le hace justicia.

3. Aturuxar : gritar desde el alma

No es gritar, es mucho más. El aturuxo es ese grito agudo, largo y ancestral que se lanza en romerías, fiestas o momentos de exaltación. Es identidad, es celebración, es Galicia que vibra. Aturuxar es el verbo, y no hay equivalente exacto en castellano más allá de explicaciones largas y poco certeras.

4. Enlearse: enredarse... emocionalmente también

Este verbo sirve tanto para enredarse con una cuerda como para meterse en un lío amoroso o vital. Porque quien se enlea, se complica. Y esa polisemia es uno de los grandes lujos del gallego: con una sola palabra se cuenta mucho más de lo que parece.

5. Larpeiro / larpeira : el goloso feliz

No es lo mismo ser goloso que ser larpeiro. Lo segundo implica una devoción alegre y entregada por los dulces, una rendición sin culpa ante la larpeira de nata, los melindres o la bica de la abuela. El término tiene algo de niño travieso, de disfrute sin remordimientos. Y como todo buen larpeiro sabe: si es casero, vale por dos.

Un idioma con sabor y retranca

La riqueza del gallego no solo está en su gramática o en su sonoridad. Está, sobre todo, en esas palabras imposibles de traducir que reúnen costumbres, carácter y maneras de mirar el mundo. Porque, como decía Castelao, "se aínda somos galegos, é por obra e graza do idioma". Y estas palabras lo prueban, una a una.