Aniversario

Quince años de una victoria inesperada

El PP celebra el decimoquinto aniversario del primer triunfo de Feijóo con Rueda consolidado tras una nueva mayoría absoluta

Alberto Núñez Feijóo junto a Manuel Fraga en una imagen de archivo.
Alberto Núñez Feijóo junto a Manuel Fraga en una imagen de archivo. larazonlarazon

La noche del 1 de marzo de 2009 comenzaron a cambiar muchas cosas en Galicia. Y lo hicieron de un modo tal vez inopinado, cuando Núñez Feijóo alcanzaba la presidencia de la Xunta poniendo fin a lo que, a la postre, el tiempo ha situado como un paréntesis de cuatro años de Gobierno bipartito. Y lo ha hecho, gracias a la reciente victoria de Alfonso Rueda, que en aquella época apenas había celebrado 40 cumpleaños.

Esa noche de marzo Feijóo se alzaba con una victoria contundente y, hasta cierto punto, inesperada para muchos. El joven político había ascendido a la presidencia del PPdeG en enero de 2006 con la titánica tarea de suceder a Manuel Fraga, el eterno líder popular que, curiosidades del destino, había sumado otros 15 años al frente de la Xunta hasta su derrota de 2005.

En el XIII Congreso del PPdeG, celebrado el 15 de enero de ese año, no compareció José Cuiña, uno de los hombres fuertes de los mandatos de Fraga, una especie de poder fáctico en la sombra que había expresado su disposición a concurrir como aspirante, pero que al final hubo de renunciar al no obtener los avales necesarios.

De este modo, Feijóo alcanzaba el liderazgo del partido sin oponentes y con un equipo que incorporaba una figura de nueva creación, la de secretario general, ocupada por Alfonso Rueda en lo que supuso el inicio de un matrimonio político que, como han confesado en más de una ocasión ambos implicados, no se conocía de nada con anterioridad.

El PPdeG se puso manos a la obra con el objetivo de hacer olvidar a Fraga, en primer lugar, y con la máxima de soñar, de cara a 2009, con la Presidencia de la Xunta. El camino, no obstante, no fue fácil, y tampoco estuvo exento de polémicas. La primera, ese mismo verano de 2006, cuando, con Galicia ardiendo por los cuatro costados, Feijóo decidió sacarse una foto con vaqueros, camisa, castellanos y una manguera para tratar de apagar un infierno con el instrumental de un jardinero.

Austeridad

Pero poco a poco, el joven político fue aprendiendo, y la situación de Galicia, y de España, comenzó a cambiar introduciéndose, de pleno, en una crisis económica sin precedentes que pondría en boca de todos uno de los grandes términos acuñados por Feijóo y su equipo durante esa época: austeridad.

Una austeridad que prometía imponer a su llegada a la Xunta y que, según fueron desvelando en precampaña los medios de comunicación, parecía no comulgar con el comportamiento de aquel gobierno bipartido.

Durante esas semanas los escándalos se sucedían: el Audi A8 blindado del presidente Touriño, cuyo coste superaba, con creces, al adecuado en un contexto de graves dificultades económicas; las lujosas reformas realizadas en la sede administrativa de San Caetano; la foto del vicepresidente Quintana en el yate del constructor Jacinto Rey en el marco del concurso eólico promovido por el Gobierno bipartito; los gastos de la Consellería de Cultura en la Feria del Libro de La Habana; o el ‘secuestro’ de mayores para asistir a un mitin del candidato nacionalista en Oia.

Noticias que llenaban páginas y que cambiaban tendencias. Tantas que, finalmente, dieron la vuelta a la tortilla. El 1 de marzo de 2009, con una participación próxima al 64,5% de los gallegos con derecho a voto, Feijóo se disparaba hasta los 789.427 sufragios, el 46,7% del total, que se traducían en 38 escaños que devolvían la Xunta al Partido Popular.

Una victoria que, desde entonces, se fue consolidando de diferentes formas y maneras, mayoría absoluta tras mayoría absoluta, hasta el tope de los 42 diputados alcanzados en 2020.

La quinta mayoría consecutiva

Para entonces, el joven Alfonso Rueda ya era un político veterano que había pasado por miles de encrucijadas, de conselleiro de Presidencia a vicepresidente durante más de una década, y de secretario general a presidente provincial en Pontevedra, algo que muchos vieron como un paso atrás, como el comienzo del fin.

Nada más lejos de la realidad. Aquella decisión supuso, en el fondo, el paso más valiente: el de descender, sí, para asumir en primera persona el reto más complejo, el de reconstruir el partido en Pontevedra tras la pérdida de la Diputación provincial y la caída de Louzán.

Ese paso, a la postre, resultó el adecuado cuando, el pasado mes de mayo, y de modo también inesperado, el Partido Popular recuperaba la Diputación de Pontevedra pese al poder omnívoro del alcalde socialista de Vigo, Abel Caballero, que retenía en la ciudad más poblada de la provincia y de Galicia una inmensa mayoría de apoyos. Insuficientes para mantener el poder provincial.

Esta fue la primera gran alegría política de Alfonso Rueda durante el último año. La última, es de todos conocida: una mayoría absoluta que lo consolida como líder del PPdeG por derecho propio, tras alcanzar la presidencia con la salida precipitada de Feijóo ante la crisis nacional que vivía el partido.

Un ascenso que algunos, desde fuera, consideraron impuesto y que, sin embargo, desde dentro se asumió con absoluta normalidad. A Rueda, siempre fiel segundo, le correspondía el reto de hacer olvidar a Feijóo, o de crearse su espacio en apenas dos años, el tiempo que tuvo hasta el pasado 18 de febrero, cuando alcanzó una mayoría absoluta que confiere a los populares gallegos lo nunca visto hasta la fecha: cinco victorias consecutivas.