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“The Crown”: el drama de Alicia de Battenberg, la madre del duque de Edimburgo
Pasó de la corte al frenopático después de que le diagnosticasen esquizofrenia paranoide. Creía que Dios le hablaba y le había concedido poderes curativos
Tras su estelar aparición en "The Crown" ha dejado de ser una desconocida para el gran público. Era impresionante ver a Alicia de Battenberg, esposa de Andrés de Grecia y madre del duque de Edimburgo, deslizar su figura gris (con hábito de la congregación ortodoxa fundada por ella en Grecia), por el templo donde su único hijo varón se casó con Isabel, y donde ésta fue coronada. Alicia, casada por lo civil y por ritos luterano y ortodoxo, religión a la que se convirtió en 1928, acabó fundando una congregación monástica. El matrimonio con Andrés se fue al traste y él se fue a vivir a la Riviera francesa con su amante, la condesa Andrée de La Bigne.
Alicia no era la única princesa metida a monja en la familia. Su tía Isabel de Hesse, convertida en gran duquesa Isabel Feodorovna al casar con el gran duque Sergio Alejandrovich de Rusia, fundó al morir su marido y tras vender todas sus joyas, el Convento de las Santas Marta y María del que sería abadesa. Isabel, asesinada en 1918 con otros príncipes rusos, era hermana de Victoria, madre de Alicia, ambas hijas de Luis IV de Hesse y de Alicia de la Gran Bretaña.
La madre de Felipe de Edimburgo, bisnieta de la reina Victoria, nació en Windsor y conoció a su marido en 1902 durante la coronación de Eduardo VII. No tuvo una vida fácil como muchos príncipes exiliados. Sorda -compartía este hándicap con el Infante Don Jaime, Duque de Segovia- podía leer en los labios en diversas lenguas. Fue tratada por Freud, una de cuyas discípulas era María Bonaparte, esposa de Jorge de Grecia, hermano de Andrés. Dicen que el desencadenante del desequilibrio mental de Alicia (esquizofrenia paranoide según el Dr. Thomas Ross, tratada por Sir Maurice Craig, médico de Jorge VI) fue la casi ejecución de su marido durante la guerra greco-turca de 1919-1922. Creía que Dios le hablaba y le había concedido poderes curativos. Permaneció en un frenopático suizo hasta mediados de los treinta, del que intentó escapar varias veces. Sus delirios religiosos se atribuían a frustración sexual y recomendaron tratar sus ovarios con rayos X para aplacar su libido.
El príncipe Felipe, combatiente aliado en la Segunda Guerra Mundial, sufrió como sus cuatro hermanas, todas casadas con príncipes alemanes que luchaban del lado nazi, por estar alejado de sus progenitores. Ninguna fue invitada a su boda con Isabel. Alicia ayudó a escapar de Grecia a judíos, como los Cohen, usaba su sordera para decir a la Gestapo que no les entendía, o contestaba a un general alemán que le preguntaba qué podía hacer por Grecia: “Sacar sus tropas de mi país”. Por su heroísmo fue nombrada por Israel “Justa entre las Naciones” y “Heroína del Holocausto” por el Gobierno británico. Tras vivir en Atenas, se reunió con su hijo dos años antes de morir en 1969 en Buckingham. Vida trágica y heroica de una mujer separada, alejada de su marido e hijos, sorda, enfermera en las guerras, exiliada, habiendo perdido en accidente aéreo a su hija, yerno y nietos, y a su nieta Juana de una meningitis, con desequilibrios mentales, cuya madre Victoria decía de ella “¿qué podemos pensar de una monja que fuma y juega a la canasta?”, y cuya congregación dejó de tener vocaciones. La madre “Alice-Elizabeth” falleció sin bienes que dejar en herencia y fue enterrada en la Iglesia de Santa María Magdalena de Getsemaní, en el Monte de los Olivos de Jerusalén.
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