Gastronomía

Ronda de bares: Vino, alma y casticismo en Malasaña

Felicidad de contemplar cómo Madrid, con todos sus bandazos, aún respeta la tradición. Que en medio de tanto cóctel de autor, aún hay espacio para una copa de palo cortado, un oloroso con temple, o un fino con hambre de aceituna

Casa Baranda Calle Colón, 11 Madrid grupoardosa.es/casa-baranda/
Casa Baranda Calle Colón, 11 Madrid grupoardosa.es/casa-baranda/.

En el enjambre de bares que constituye uno de los pulmones de Madrid —ese Malasaña de luces altas, recuerdos bajos y modernidades con pasado— se atesora aún la memoria viva de la movida, de sus excesos, sus guitarras y sus vicios más nobles. Entre esas calles que han visto de todo y aún siguen mirando, se encuentra un rincón que huele a historia y a uva, Bodega de la Ardosa donde hoy gobierna Angelito, uno de los nuestros. Uno de los que aún cree en el bar como espacio sagrado.

Pero como es alma inquieta y tabernero de raza, Angelito ha abierto, justo pared con pared, su nuevo refugio: Casa Baranda. Un homenaje explícito al casticismo bien entendido, al bocado pequeño con sentido, al vaso corto y al vino largo. Aquí hay hueco para todos los hedonismos, pero también para la devoción vinatera, con lugar de honor para el vino de Jerez. Esas botas forasteras, tan sospechosas para ciertos guardianes de la ortodoxia bodeguera, se alinean aquí con alegría libertina y reverencia civil.

La barra de Casa Baranda es acogida pura. Quien se topa con Angelito, sabe que ha tenido suerte. Quien no, igualmente. Porque la alegría está servida. La chacina, el encurtido fino, los platos adyacentes, que no son tapa, ni ración, sino pellizcos de identidad, dibujan una carta sin pretensiones pero con mensaje.

Y sobre todo, una felicidad de contemplar cómo Madrid, con todos sus bandazos, aún respeta la tradición. Que en medio de tanto cóctel de autor, aún hay espacio para una copa de palo cortado, un oloroso con temple, o un fino con hambre de aceituna. La cartelería taurina, los guiños flamencos, las frases de los parroquianos y el eco de lo vivido atestiguan que el vino sureño tiene aún patria en los Madriles. Y que nunca debimos abandonarla. Porque Casa Baranda no es solo un bar: es un recordatorio de que la cultura líquida también es patrimonio. Y en esta casa, se honra con cada trago.