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Nancy Pelosi, la mujer que quiere destronar a Trump: una «pata negra» demócrata más bruja que Hillary

La presidenta del congreso de EE UU es conocida como «la dama de hierro americana». El presidente, experto en caricaturizar rivales, aún no se ha atrevido a ponerle mote

Nancy y Paul Pelosi
Nancy y Paul PelosiLeslie Kossoff / Polaris / ContaLeslie Kossoff / Polaris / Conta

El «impeachment», que todavía no ha arrancado de forma oficial y parece que lleva con nosotros más o menos un siglo, tiene una protagonista indiscutible más allá de Donald Trump. Se trata de Nancy Pelosi, la combativa, curtida, feroz e inteligente presidenta del Congreso. Una dama de hierro demócrata en un tiempo en el que los demócratas no tienen una maldita figura que llevarse a la boca. Una suerte de Hillary Clinton más bruja y hosca. Una Clinton inversa, y mira que es complicado, que provoca amores proporcionales a unos odios rotundos, inevitables, arrasadores. Ella es así. Tanto que el mismísimo Trump, experto en caricaturizar a sus rivales, no le ha puesto mote. Es madre de cinco hijos (Alexandra, Nancy Corinne, Christine, Paul y Jacqueline. En todas sus biografías informan que Christine ha publicado un libro de autoayuda para aspirantes a líderes políticos y que Alexandra, reportera, escribe desde hace veinte años sobre la actualidad de Washington, e incluso cubrió como corresponsal la campaña de George W. Bush en 2000. Además rodó posteriormente un documental, «Viajes con George». Otra de sus hijas, Nancy Corinne, le contaba a Ellen McCarthy, del «Washington Post», que cuando una mañana contempló a su madre afear un comportamiento de Trump en la televisión (acababa de suspender un viaje a una zona de guerra porque Pelosi le había retirado la invitación a hablar ante el Congreso), recordó al instante su rostro cuando ella o sus hermanos eran pequeños y habían cometido un trastada. «Te hacía sentir peor porque, por supuesto, habíamos hecho algo mal», comentó. «Tiene una manera de transmitir su mensaje a los destinatarios sin pasárselo por la cara, sin decir directamente por qué está tan decepcionada. Casi sería mejor si mostrase enfado».

Hielo abrasador

Lo suyo, lo de la temida y admirada Nancy, es una suerte de hielo abrasador, fuego helado, que apabulla a sus enemigos y amigos por igual. Una forma de estar en la vida, en la política, en la historia, que despierta los instintos más viscerales del electorado. Personajes mal entrenados para la mercadotecnia, reactivos a los consejos de los asesores de imagen, programados para tratar a niños y adultos como adultos. Cuando Abigail Tracy, de «Vanity Fair», le pregunta a Pelosi por los motivos del «impeachment», ésta lo tiene clarísimo. Ella se apoya en que «nuestros fundadores lucharon muy duro por nuestra democracia, por nuestro país, por nuestra Constitución. En los días oscuros de la revolución, Thomas Paine dijo: “Los tiempos nos han encontrado”. Creemos que los tiempos nos han encontrado para mantener a la república lejos de todos los enemigos, extranjeros y nacionales. Y esos serían aquellos que digan cosas como: “El Artículo II dice que puedo hacer lo que quiera”. Eso no es una república, es una monarquía. Eso no es lo que tenemos». Pelosi, claro, es hija de Baltimore, donde nació en 1940. Graduada en el Instituto de Notre Dame, una escuela católica para niñas, se licenció en el Trinity College de Washington D.C. en Ciencias Políticas. Producto de una familia italoamericana con hondas raíces en el partido demócrata, tuvo siete hermanos. Sus padres eran pata negra del partido: Thomas D’Alesandro Jr. y Annunciata D’Alesandro. Su padre fue alcalde de Baltimore entre el 47 y el 59. Antes había sido congresista en Maryland. Su esposa fue un personaje muy activo en la vida política de la ciudad, carismática galvanizadora y respetada activista. Uno de los hermanos de Nancy, Thomas D’Alesandro III, fue alcalde de Baltimore entre 1967 y 1971. Le tocó vivir desde el epicentro del terremoto el seísmo que azotó al país tras el asesinato del reverendo Martin Luther King Jr. Un impacto que rompería los viejos equilibrios políticos en Baltimore y acabaría con el reinado de D’Alesandro. Años después, Pelosi, ya instalada en la Costa Oeste, fogueada en múltiples campañas y en la burocracia interna del partido, sería discípula de Phillip Burton y de su esposa, Sala Burton. Ganó su asiento por el Quinto Distrito de San Francisco por vez primera en 1987. Desde entonces acumula 16 victorias consecutivas. Nada memorable, eso sí, si tenemos en cuenta que se trata de un territorio que los republicanos no han sido capaces de conquistar desde hace 70 años.

Una instantánea de sus hijos y nietos
Una instantánea de sus hijos y nietoslarazon

El resurgir demócrata

Cuando fue reelegida para presidir el Congreso en la primera gran victoria de los demócratas en varios años, el escritor y periodista David Simon, que conoce a la familia de Pelosi, y por extensión a Baltimore, como pocos escribió que «Después de dejar el cargo Tommy D’Alesandro se jubiló en la Pequeña Italia de Baltimore, pero estaba lo suficientemente activo como para capitanear a los demócratas en ese distrito electoral. Cuando William Donald Schaefer se postuló para la reelección en el 83, el total de votos fue de 563 a 1 para el demócrata. Incrédulos, los periodistas se volvieron hacia Tommy D’Alesandro, que encogiéndose de hombros respondió: «Sí, estamos buscando a ese tipo ahora». Discreta, vestida para matar con sus Prada rojo sangre o amarillo canario, Pelosi mantiene un perfil discretísimo en lo que atañe a su vida personal. Contrajo matrimonio con Paul Frank Pelosi, compañero de facultad, en 1963. Llegaron a San Francisco en el 69. Cuando no están en Washington residen en Pacific Heights, en San Francisco. Se trata de uno de los vecindarios más caros de EE.UU. Tiene unas vistas matadoras de la Bahía y es el hogar de muchas de las viejas grandes fortunas de la ciudad, así como de no pocos de los grandes gurús de Silicon Valley. Como tantas otras veces, la gran paradoja: la campeona del underdog, del desposeído, de los parias, es dueña de una fortuna estimada en decenas de millones de dólares (entre 30 y 100 millones), y que comprende una mansión, un viñedo en Napa Valley, varios edificios comerciales, acciones en gigantes como Disney, Apple y Facebook… Pelosi viene de presidir el Congreso entre 2007 y 2011 y es vista con evidente sospecha por el sector demócrata más izquierdista, acaudillado por Bernie Sanders y Elizabeth Warren y, sobre todo, por las jóvenes leonas del partido, como Alexandria Ocasio-Cortez, imbuidas de algo así como de una furia sagrada para sacudir las viejas estructuras y reinventarlo todo. Durante meses peleó para no ceder ante la tentación del «impeachment». Igual que hizo muchos años antes cuando siendo presidenta del Comité de Inteligencia arreciaron las voces para juzgar a Bush hijo por el fiasco de Irak y las inexistentes armas de destrucción masivas. Entonces aguantó el tirón. Pero la llamada del 25 de julio de Trump al presidente de Ucrania fue demasiado. No está claro que la maniobra, con independencia de que esté o no justificada, no acabe por ayudar a su archienemigo. En el perfil del «Washington Post» que firmaba McCarthy, la periodista citaba las palabras de Dee Dee Myers. Hablando de Pelosi, la ex secretaria de prensa de Bill Clinton explicó que «uno aprende que muchas cosas de la paternidad son aplicables al liderazgo. Cinco niños pueden ser implacables. Tener cinco niños pequeños, todo lo que ella tenía, realmente te prepara para –lidiar con– Donald Trump».

Grabado a fuego en los genes

Aunque ella siempre insiste en que su verdadera escuela para la política fue la crianza de su familia numerosa, a nadie le sorprendió nunca que la niña D’Alesandro saltara a la política desde el minuto uno. Igual que Liza Minnelli, hija de Judy Garland y Vincente Minnelli, echó los dientes al borde del escenario, con los juguetes en el plató, entre los cables de los electricistas. La pequeña del matrimonio D’Alesandro empezó desde muy pronto a ayudar a su padre en sus campañas. Pelosi cambió pronto la Costa Este por la neblinosa y contracultural San Francisco. Cuando la ciudad del puente rojo óxido sobre el Pacífico era todavía punta de lanza de las vanguardias culturales y políticas estadounidenses. A mediados de los setenta entró en el Comité Nacional Demócrata por California. Presidente de los demócratas por California hasta 1983, es una de las congresistas más veteranas. Hace apenas unos días el país quedó entre encantado y conmocionado cuando un periodista le preguntó si odia a Trump y ella le respondió, poco más o menos, que no le tocase las narices, que reza por el presidente y que el «impeachment» tiene muy poco que ver con sus filias y fobias personales. McCarthy también cita el día en que reunida con unos periodistas, aludiendo a la ciclotimia que caracteriza al presidente Trump y sus ataques de ira, dijo que era «madre de cinco hijos, abuela de nueve», y que reconoce «un berrinche en cuanto lo oigo».