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Bigote, el “pintamonas”
El rey de los “piticlines” demuestra que tras su sonrisa casi perenne se esconde un individuo que parece inmune al sufrimiento de los otros.
El pájaro libre sigue volando en solitario. Los mensajes encriptados de su Teresita no parecen ser motivo para volver a la jaula de oro de la carretera de El Escorial.
María Teresa Campos se abrió en canal en el “Deluxe”,, casi implorando una segunda oportunidad a Edmundo Arrocet, repito: el amor es ciego y perdona lo imperdonable. Incluso se niega a ver posibles infidelidades.
Se refugia Bigote, hoy renegando de aquello que bautizó su apodo, en la pintura low cost, y hay quien le rebautiza ya en tono despectivo como “el pintamonas”.
Nunca alcanzará las cotas picassianas ni es un buen alumno De Goya, pero prefiere centrarse en los lienzos antes que en las llamadas de la mujer con la que ha compartido seis años de su vida.
Le tachan de cruel, frio, calculador e insensible, nada que ver con la imagen tierna y humilde de una Teresa que no se resigna a perder a ese gorrión reconvertido, le acusan desde el entorno de la periodista, en un buitre sin sentimientos.
Incluso se pasea con sus amigas, especiales o no, ante los paparazzis, alardeando de sus setenta espléndidos años.
Ni se inmuta ante las lágrimas de pesar de una Teresita casi tocada y hundida. Va de digno por la vida sin calibrar los daños colaterales.
El rey de los “piticlines” demuestra que tras su sonrisa casi perenne se esconde un individuo que parece inmune al sufrimiento de los otros.
Incluso los espíritus libres tienen momentos de lucidez. Y capacidad de reaccionar cuando el desamor te aleja del ser amado.
El respeto que le está demostrando su ex pareja en esta etapa tan dura debería ayudarle a reflexionar ante su actitud altiva y autosuficiente.
Si no se le revuelven las tripas ante la entrevista de anoche, no le merece la pena a Teresa pensar más en ese hombre, e iniciar un nuevo camino personal cargado de alicientes e ilusiones.
Porque, según una fuente muy cercana a Arrocet, podría tener muy claro que, por su parte, no cabe lugar a una reconciliación sentimental.
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