Pasarela política
Después del fachaleco, ¿para cuándo Santiago Abascal con moño alto y pendiente de coco?
En «brevas» vemos a Olona embutir el picecito en una katiuska de tacón cubano, con lo que ella ha sido para el plataformón
Cuando dicen que los extremos se tocan, va a ser verdad. Como aquello de «cuando el río suena, agua lleva» o el «no aclares, que oscureces» que, por cierto, a mí, cuando me lo sueltan a bocajarro en plena exposición de (mis) motivos, me pone malo; pero malo de «psicho killer» con sed de venganza. Los extremos son, te diría, como el negativo y el positivo de una foto, la huella y la suela de una bota, la cara y la cruz de una moneda, el ying y el yang del dibujito ese tan 70s… No sé si habéis entendido el símil…
Si a eso le unes un momento como este en el que, en tan solo un mes, nos han caído las siete plagas una detrás de la otra, todo se disparata hasta tal grado que, al final, pasar de un punto al otro y del otro al uno es tan fácil y tan rápido que todo se confunde, se da la vuelta y termina siendo extremo, sí, pero como uno multiplicado por la unidad, o sea, lo mismo. No voy a meterme en camisas de once varas (Luis, por favor, para ya con el refranero español) con el «sentido de Estado» que tuvo Vox –según «el presi», ¿eh?– permitiendo la aprobación del decreto de fondos Europeos como pedía el Gobierno… No, no voy a hacerlo.
Prefiero hablar del chaleco de Pablo Iglesias que, para el caso, chiquis, es lo mismo. Y ya que estamos, deciros cual Sara Montiel el día de su no boda: «Pero ¿qué pasa? Pero ¿qué invento es esto?». «Pay attention»: chaleco acolchado azul marino. ¿¿¿What??? Lo repito palabra por palabra para que no haya lugar a dudas y la estupefacción no se pierda con un juego (chispeante) del lenguaje: Pablo Iglesias-chaleco-acolchado-azul-marino. Como Norma Duval, no salís de vuestro apoteosis. Ya, normal. Así he estado yo dos días. Dos días porque a Pablo no le bastó uno solo para ponerse el chaleco con la misma chaqueta un día (con la foto protocolaria en la escalinata de la Moncloa del nuevo Gobierno –ahí vamos, inmortalizando–) sino que también decidió calzarse el mismo «outfit» en la primera sesión del control al Gobierno de 2021, por si quedaba alguna duda de que Iglesias puede vestirse como si fuera un diputado de Vox sin que se le caiga un mechón de cabello del moño (alto). Vale, desabrochado. Desabrochado, en plan «creo que esto en Twitter está siendo un cachondeo, este chaleco tan absolutamente maravilloso que me mola mogollón pero me lo desabrocho, voy ’'oversize’', en color ’'block’' –azul marino hasta las pestañas– y cargadito de hombros como siempre y nadie se da cuenta…». De hecho, mi jefa y sin embargo amiga me hizo dudar de mi retina astigmática y miope –era fácil hacerme dudar, obvio– y, después de apremiarme con el enfoque de esta crónica, me preguntó: «Vale, vale... pero, tú estabas allí. ¿¿¿Llevaba el chaleco???». Y sí. Pones el pixel a to’meter y descubres que claro que lo lleva. Pablo Iglesias (lleva) chaleco acolchado azul marino.
Ella no es subliminal...
Que ¿por qué lo repito sin cesar? A ver, hagamos una traslación. «Santiago-Abascal-moño-alto-y-pendiente-de-coco». Hay que repetirlo para interiorizarlo, ¿no? Y como buena rata, dije: «Esto a dónde me lleva?». Y me llevó a ver el número de veces que Vox y Unidas han votado lo mismo y «¿what?». Vamos, que, en «brevas», vemos a Olona embutir el piececito en una katiuska de tacón cubano, con lo que ella ha sido para el plataformón de suela fucsia. Que vale, que sí, que luego cogen el micro y... ¿y? Y ponen verde/morado al equidistante. Así es y no lo he inventado yo. Si ya lo dije al principio de los tiempos, no hay combinación más perfecta que ese engame: el verde y el morado.
Como el rojo y el negro, que también es combinación ganadora. Fuerta. De noche. Casi oriental diría yo. Y como María Jesús Montero no es de mensaje subliminal, así, de oriental, en rojo y negro, acudió al Senado, en plan «In the Mood For Love» pero de mañana, a las 9.00 y no en Hong Kong ni con unos fideos de arroz pa’rriba y pa’bajo en un cacito de zinc. Qué va. En la Plaza de la Marina y con ese cacito más limpio que una patena porque estamos para panpedir. Una caída del 11% del PIB, yo no sé, pero me veo mendigando... O en la cárcel, por impago.
Ahí le pediría el «look» a Cuca. A Cuca Gamarra. También en rojo y negro, pero rollo presidiaria, o sea, de rayas. Igualita igualita que en el rock de la cárcel de Elvis Presley. Qué ambientazo, por cierto: rodeado de funcionarios de prisiones todo el santo día, y quién sabe si la inefable Isabel Pantoja después de cometer un kikocidio, porque para infanticidio, el muchacho está mayora. Sí. Soy muy peliculero. Lo sé.
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