Estilo
Ione Belarra a examen: los tres tropiezos de la nueva ministra en una semana
La titular de Derechos Sociales es fría y con poco autocontrol
Tiene la mirada de queso fundido aprendida en los círculos asamblearios de Podemos. Significa que, al hablar, la nueva ministra de Derechos Sociales se detiene en su interlocutor y le engancha cual trozo de pizza pegado al envase por un pegote de queso. Gesticula lo justo y su expresión puede ser poderosa. Todo parecía bajo control. Lo que ha ocurrido ahora es, según los expertos consultados por LA RAZÓN, la consecuencia inmediata de su salto prematuro al ministerio: al menos tres traspiés en una semana.
Hablamos de imagen, actitud y comunicación no verbal. Su apariencia a partir de ahora estará bajo escrutinio, sin que eso sea malo. El estilo de un político amplifica o achica su poder, forma parte de su identidad y está cargado de simbolismo. Es el atajo mental que usamos los ciudadanos para conocer algo más. El primer tropezón estilístico de Ione Belarra ocurrió en su visita a la Zarzuela para jurar el nuevo cargo ante el Rey. Su pantalón ancho con un cuerpo de mangas amplias y escote en pico era inadecuado para un acto solemne, según Inma Espizua, asesora de imagen en Abasedestilo. Tampoco acertó con el color, negro total. Republicana como es, quizás quiso emular la imagen de 1977 con La Pasionaria avanzando hacia la tribuna del Congreso de la mano de Alberti. A Belarra le faltó poeta y le sobró provocación. En aquel histórico acto solo se advirtió respeto. El negro de Ibárruri representaba los lutos que entrelazó en su biografía.
“El protocolo -señala Espizua- significa respeto a la institución. Ni su juventud ni su falta de experiencia justifican que lo ignore. Lo ideal habría sido un traje de chaqueta o pantalón. Entiendo que por ideología la ministra huya de una imagen excesivamente convencional, pero no puede confundirse con dejadez. Debería encontrar un equilibrio y no perder de vista la importancia de transmitir una imagen de líder. Si la información que nos aporta nuestra vista no nos agrada, es difícil que confiemos en esa persona”.
El martes pasado, Belarra acudió a su primer Consejo de Ministros con su cartera, zapatos nuevos y el precio pegado a la suela. La imagen se hizo viral, pero no fue lo peor. El traje le quedaba grande. Silvia Foz, consultora de imagen y comunicación, advirtió que el tallaje o patrón no encajaba por su complexión. “Se veía grande en hombro, en mangas y en el tiro del pantalón. Tampoco el color ayudaba. Por su piel y cabello, estilo y forma del rostro, hizo que se viese invisible o con una imagen sin fuerza”.
Fue un tropiezo más que podría echar por tierra los valores que debe reflejar un líder: confianza, seguridad, poder y cercanía. La sugerencia de Foz es pasar de su estilo informal a formal sin renunciar a su esencia, jugando con prendas, tejidos, colores y complementos elegidos en coherencia con su mensaje. “Una mujer joven como ella debe sentirse segura con lo que proyecta su imagen, tener una actitud positiva y expresarse con seguridad. Si busca aparentar con el uniforme marcado o por estereotipos, entonces es cuando pierde autenticidad o acaba cayendo invisible”.
La impresión de Inma Espizua es que, en general, los políticos de Podemos no cuidan debidamente su imagen ni se adaptan a los códigos. Solo la ministra Yolanda Díez salva a la formación morada de su estado de bancarrota estética. Ella ha conseguido suavizar su imagen con blusas con lazada, faldas tipo lápiz y otras sutilezas, aunque, en opinión de José Luis Martín Ovejero, experto en comunicación no verbal, su mayor riqueza es emocional. Con él analizamos el siguiente rasgo que lleva a Belarra a continuos tropezones: su actitud no verbal. Al contrario que Díez, la nueva ministra es fría, pero posee una naturalidad que le puede jugar malas pasadas. “Ella misma se tiene que autocontrolar. La primera idea que le viene a la mente la quiere soltar, pero inmediatamente la frena. Corta sílabas y cambia una palabra por otra más correcta”, argumenta Martín Ovejero. Esta falta de contención, que delata su pasado activista, se escenifica en sus continuos choques con la ministra Margarita Robles.
Es una mujer de fuertes convicciones, pero bregada en la calle y “nada catedrática”, añade Espizua. Su boca está perfilada por un labio delgadísimo, propio de personas introvertidas, con un alto grado de perseverancia y poco dadas al derroche emocional. Una ligera caída en su párpado izquierdo añade a su expresión cierta mística. El psicólogo Paul Ekman vería en ese descenso una expresión de enojo que se acentuaría con su tendencia a mantener los dientes apretados, incluso cuando habla. Su actitud es de encogimiento, dice Martín Ovejero, no de líder dominante. Pero eso no reprime enardecidas proclamas como esta. “Lo que hace falta es formar a los hombres para que no nos maten o agredan”. Los grandes políticos han cuidado escrupulosamente su imagen y ella tendrá que cogerle el gusto.
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