#FreeBritney
Britney Spears se libera sola
Inmersa en una guerra contra su padre por la tutela legal que ostenta sobre su patrimonio, la cantante se empodera en redes y se deja llevar por el movimiento #freebritney
En plena disputa legal con su progenitor, Britney Spears sube a su cuenta de Instagram unas fotos en «topless» y arden las redes. Sus seguidores aplauden la iniciativa y la interpretan como signo de rebeldía y empoderamiento. Es curioso lo que se parece a veces el empoderamiento y la cosificación, la rebeldía y los roles heteropatriarcales. Según convenga. Me pregunto cuál es la diferencia entre Britney Spears y, es un poner, Cristina Pedroche, y por qué enseñar cacha en una es reafirmar su personalidad y su autonomía personal, y en la otra es sometimiento al heteropatriarcado histórico y perpetuamiento del cuerpo de la mujer como objeto de consumo. Supongo que es necesario que haya por medio un padre –en este caso, pero cualquier hombre sirve, intuyo–- que controle tu fortuna, tu vida y tus decisiones, y que tu salud mental se tambalee para que, lo que en otra sería «servidumbre» y «alienación», en ti sea una reivindicación de seguridad e independencia. Una es libre y la otra no. Un nuevo ejemplo de entronización de la víctima. Cristina, aprende.
Me van a permitir el «vayapordelantismo», impropio de mí pero necesario en estos tiempos aciagos de enmiendas a la totalidad: estoy muy a favor de que Britney –yo la llamo Britney– tenga plena autonomía si ello no supone un riesgo de que se dañe a ella o a terceros. Y muy a favor, solo faltaba, de que enseñe las domingas si ello la hace sentir bien. Como si quiere comprarse un pony o un rancho con zoológico. Lo que no acabo de entender es la incoherencia de que la misma actitud suponga en unas una cosa y, en otras, la contraria. Incluso, puestos a no entender, no comprendo que reneguemos de la cosificación de la mujer y aplaudamos que un topless en redes y un movimiento sensual, un movimiento sexy, sexy –lo han leído cantando, confiesen– nos parezca la manera de reivindicar confianza en una misma. ¿En qué quedamos? ¿Cosificación sí o cosificación no? ¿No hay otra manera de sentirse segura? No sé, una que no implique hacer exactamente lo que estamos criticando en otras constantemente.
Yo, que ya he dicho que estoy muy a favor de que se enseñe carne si apetece, me da igual si es la Spears en plena batalla paternofilial o la Pedroche en jolgorio navideño, una gimnasta rusa en maillot o una cantante lituana en mínimo traje de noche, estoy a tope con la foto de Instagram. Aplaudiendo a rabiar, vamos. A mí la gente que hace lo que le sale del «kiwi» me cae indefectiblemente bien. Pero al resto, a la cáfila de aplaudidores, tengo que rogar coherencia. A muerte con que las mujeres hagan lo que les dé la gana o a muerte con lo contrario, independientemente de que decidan hacer aquello con lo que nosotros no comulgamos. Pero nunca un «depende». Nunca a veces sí, a veces no. No se puede estar en misa y repicando, ser puta y romántica.
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