Restringido

Cuando Antonio fue a la cárcel por blasfemar

Antonio Ruiz Soler «el bailarín» en la década de los 80
Antonio Ruiz Soler «el bailarín» en la década de los 80larazon

En el 74, nada más salir Antonio «El Bailarín» de la trena, me llamó un editor para decirme si por unas pesetas podía escribir en un plazo máximo de quince días un libro que iba a titular «Antonio. Mi diario en la cárcel». Le dije que los diarios los escribe uno mismo. Repuso que el artista no tenía tiempo ni dominaba la escritura: «Él te contará cosas, muchas cosas, y tú les das forma». Acepté y firmé «por la transcripción». Me voy a plagiar a mí mismo para narrar en caliente los hechos que llevaron al gran bailarín a la cárcel:

«Es el 14 de diciembre de 1972. Antonio rueda en Arcos de la Frontera "El sombrero de tres picos"para TVE. Dirige Valerio Lazarov. A las siete de la mañana empiezan las pruebas de vestuario y el maquillaje. Junto a Antonio está Ayala, su ayudante.

–Se nos ha marchado un bailarín, don Antonio –dice–. Tenía firmado contrato para una película, y como aquí se ha retrasado tanto el rodaje...

Antonio, con la cara a medio pintar, piensa que mal empieza el día. La falta de un bailarín puede ser muy complicada para un ballet ensayado.

–Don Antonio, que dos bailarinas se han tenido que quedar en la cama porque anoche cogieron frío...

No queda más remedio que echar mano de las gentes del pueblo. Hay que volver a ensayar, enseñarles los pasos, cambiar la coreografía... Todo sobre la marcha. Valerio Lazarov les hace bailar dentro de unos límites marcados con tiza. Antonio sabe hacerlo, pero los otros, no. Hay que repetir, repetir y repetir. A las once, con los nervios rotos, Antonio estalla:

–Me cago en los muertos de Cristo...».

Fue denunciado por un cabo de la Policía Municipal. Luego, el vía crucis: el juicio, la condena, los aplazamientos... Antonio podía acabar en prisión porque, aunque la pena era de dos meses, tenía antecedentes: años atrás, en el 59, en Zaragoza, organizó un violento altercado en la perrera municipal para liberar a su perra Soleá, recogida por un lacero cuando su cuidador la soltó en la calle para que hiciera sus necesidades. Pidió el indulto, escribió a Franco, a la marquesa de Villaverde, a su íntima amiga la Duquesa de Alba, a todos sus amigos poderosos. Inútil. El 21 de marzo del 74 ingresó en la cárcel de Arcos de la Frontera, donde pasó 15 días, hasta que llegó el ansiado perdón. El caso fue un gran escándalo, nacional e internacional. Cuatro países le ofrecieron asilo político. Cuando salió, lo primero que hizo fue darse un baño de dos horas en una suite del hotel Alfonso XIII de Sevilla.