Opinión
El diario de Amilibia: Entre "pichonas" y "cuñaos"
El pichón y la pichona podrían haber alcanzado la fama de «Los amantes de Teruel», sin el añadido «tonta ella y tonto él», claro
Escribe Emilia Landaluce en El Mundo: «Dicen que Sánchez asegura que su mujer “puede ser una pichona, pero no una corrupta”». Es una declaración de amor preciosa. La propia de un hombre que memoriza el teléfono de su mujer como «mi amor». La frase se parece a ese argumento que esgrimen muchos procesados para exculpar a su esposa del banquillo «porque no se enteraba de nada» de lo que hacían. Fina Landaluce. En el argot que yo conocí, pichón o pichona era equivalente a tontorrón o tontorrona. También podía remitir a inocente o inmadurez. Palomo era muy empleado entre los artistas del choriceo para señalar a los pringaos fáciles de timar. Resulta enternecedor observar la Moncloa como un palomar de pichones en constante arrullo. Él lo tuvo muy en cuenta cuando escribía aquellas cartas de amor, aunque todavía no se refería a la Bego como «mi pichona», detalle que le hubiera humanizado mucho entre sus palomos sociatas.
Luego tenemos a Esther Peña, portavoz del PSOE. Ha dicho que «Feijóo se ha convertido en ese cuñado cenizo, tristón, con un punto de amargura que cada vez que te ve te dice que la vida es un asco». Si la Oficina de Mensajes de la Moncloa (esos que han repetir todos los días a todas las horas los ministros y allegados) tuviera un poco de memoria televisiva, para que la parábola ganara chispa y pudiéramos echar unas risas podría haber sugerido a las portavoces la sustitución del cuñado por el «¡cuñaooo!» del «Risitas», aquel friki desdentado de los programas de Jesús Quintero. Pero el sentido del humor de las portavoces es inverso al crecimiento de sus narices, o sea, al síndrome Pinocho.
Una pena. El pichón y la pichona podrían haber alcanzado la fama de «Los amantes de Teruel», sin el añadido «tonta ella y tonto él», claro.
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