Moda
Entre esmoquin, frac y chaqué
En la cena de gala de despedida de la reina Beatriz ellos iban de esmoquin y ellas de traje largo, pero las damas llevaban diadema, algo que suele asociarse más al uso de frac por los varones. Naturalmente, ni ellos ni ellas ostentaban condecoraciones, que no admite el esmoquin, nacido como chaqueta para fumar, que se ha ido convirtiendo en la prenda de gala por excelencia, ante cierto desuso del frac, que ayer se reservó con buen criterio para el acto de investidura. Para la abdicación de la reina Beatriz fue perfecto el chaqué, llamado en Inglaterra «morning dress» por usarse de mañana. En la investidura fue apropiado el frac con condecoraciones para rey y el traje largo con diadema para la reina Máxima. Guillermo Alejandro llevaba la Orden de Orange–Nassau, entre otras. Sólo la reina Máxima portaba diadema. El resto lucía tocados como para dejarle el protagonismo. Los extranjeros, con frac o uniforme de gala ellos y traje largo ellas, ostentaban condecoraciones holandesas si las tenían, en signo de cortesía, como Don Felipe.
Estupendo el manto de armiño, con 83 leones bordados en oro y cosidos en 1948 en uno nuevo, recuperando partes del antiguo. El armiño, sobre terciopelo rojo –o azul o verde como los franceses– es símbolo de realeza y se usa sobre los hombros del soberano y sustentando sus armas heráldicas. Las casas reales bordaban sobre él su emblema: los suecos las coronas abiertas, los españoles, los castillos y leones, los reyes de Francia, las flores de lis o los Bonaparte, las abejas.
Los reyes pueden alcanzar el trono por muerte o abdicación de su predecesor, por elección, instauración o restauración, y el tipo de ceremonia puede ser coronación, entronización, juramento, investidura... y hasta elevación, como los reyes de Navarra, alzados por los ricohombres ante Santa María la Real de Pamplona. En Holanda son investidos ante la corona, el cetro, orbe, el estandarte real y un ejemplar de la Constitución.
Las coronaciones tienen carácter religioso. El soberano se convierte en mediador entre Dios y su pueblo. Las ceremonias de investidura, en cambio, poseen naturaleza laica, acorde con los «signos de los tiempos». Hay reyes no coronados como Eduardo VIII de Inglaterra o muchos reyes «de iure» exiliados. Pero la aceptación del Monarca por su pueblo y de la corona por aquél nos retrotrae a los tiempos de las aclamaciones o elecciones del «primus inter pares», que enraízan en el origen de la Monarquía y convierten a esta forma de Estado en la más unida a la nación.
*Doctor en Historia y profesor de Monarquías Reales
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