EGOS
De Victoria Federica a Tamara Falcó: la alta sociedad vuelve a las portadas del cuore
¿La sangre azul volverá a bombear con fuerza en las páginas del corazón y rechazará la plebeya? ¿Asistimos a un cambio de Era?
Hubo un tiempo en el que, al igual que los dinosaurios poblaron la Tierra, los confines del mundo del corazón estuvieron dominados por una especie que creímos extinguida: la aristocracia y su máxima expresión, la realeza. El ecosistema tuvo también su choque cósmico ¿La televisión tal vez? De los grandes palacios llenos de volutas pasamos a las casas prefabricadas repletas de cámaras ocultas y decorados de quita y pon; de las arañas de Murano, a los focos con filtros de colores de plástico; de los vestidos de alta costura y los esmoquins, a los tops de lycra y el vaquero roto; de, incluso, las grandes pantallas con damas cardadas que despiertan maquilladas con pestañas postizas, a los cristales líquidos con rimmeles corridos, mucha gomina y uña lacada… Y ni que decir tiene aquí el instinto de supervivencia… Con mil euros, un festival de declaraciones. Y con morbazo. Nada de «En nuestra casa de Saint Moritz, somos felices con la chimenea encendida…».
De un tiempo a esta parte, sin saber sabiendo, poco a poco, sigilosamente, en estas páginas como en las satinadas de las grandes revistas del sector, de repente, se nos asoma un aristócrata como un Velociraptor en una ventana ojo de buey de la cocina. Una Victoria Federica con un sombrero cordobés y un pantalón campana rosa chicle; un ex Duque de Palma pillado; una Marta Chávarri que baila como consuegra y ex (de Philippe Junot, claro) o ¿un Luis Medina con su millón de mascarillas, perdón, euros? Algo así como si, de repente, se hubieran escapado de esa jaula dorada que, como Jurassic Park, habrían podido ser las páginas de «¡Hola¡» durante todo este tiempo. Y los viéramos acechar ahora violentamente a mamíferas indefensas como Marta Riesco, Olga Moreno o Anabel Pantoja…
Pero ¿se trata de un espejismo y volveremos a ver cómo Pedro Almodóvar relata la historia de Tamara Falcó, marquesa de Griñón, e Iñigo Onieva en una película como ya hiciera con la reina Soraya desterrada por estéril Reza Phalevi en «Laberinto de Pasiones»? Es decir, ¿la sangre azul volverá a bombear con fuerza en las páginas del corazón y rechazará la plebeya como si tuviera RH negativo? Para Jorge Borrajo, director de «Semana», no se trata de una ilusión óptica pero tampoco de un regreso como Dios manda porque, quizás es que tampoco nunca desaparecieron del todo... Y da a una razón más que prosaica a que los volvamos a ver ahora en el cuché. «Tras dos años de pandemia sin poder celebrar bodas, se han concentrado en los últimos meses la celebración de muchas de estas fiestas que tanto nos gustan». Vicente Sánchez, su análogo en «Diez Minutos», coincide en ese «nunca se fueron», especialmente porque «a todos nos gusta disfrutar del glamour, de los vestidos…» cuando están de boda, bautizo y comunión… Aunque cuando la cosa se pone interesante de verdad es cuando «son infieles o tienen líos de faldas». Vamos, cuando hay carne que, los lectores, a todo esto, somos los cazadores de todo este reportaje metafórico. Si no es así, como sugiere Cote Villar, subdirectora de «Vanitatis» «pueden generar rechazo» a no ser que desciendan de un linaje por siempre interesante como los Alba… Y puntualiza que «a veces se confunde ‘aristócrata’ con empresario de éxito. Creo –dice la responsable del portal digital- que hoy hay un recambio y fascina más la gente que está en la cresta de la ola profesional como Marta Ortega, Rosauro Varo o Ramón Hermosilla, de Terralpa, que los aristócratas. Esta generación, que representa el éxito, nutre mucho mejor esa ansia de aspiracionalidad que los nobles».
Patio de vecinos
Pero viendo las audiencias de televisión y lo que cuesta levantar un «Secret Story» con gente anónima que aspira a ser famosa por montar una trifulca porque no le gustan los espárragos de lata ¿hay un cansancio por el «coti» de patio de vecinas y ahora los lectores/telespectadores queremos tol rato historias del Petit Trianon? «Como para todo, hay tipos de público… Una buena parte sigue consumiendo radiopatio, pero es verdad que se nota un creciente desinterés», dice Villar. Para Sánchez, «el patio de vecinos sigue interesando a tope porque todos llevamos un cotilla dentro y nos gusta saber de los demás». Pero además, en el españolito de a pie «la tradicional envidia española siempre juega un papel importante y, ahí, es cuando a un aristócrata le va mal o tiene una situación comprometida. El «pueblo siente cierto interés malvado hacia ellos», apostilla Sánchez. Borrajo arroja otra comparativa para explicar el devenir de las cosas. «Es como la prensa deportiva. El fútbol centra esa información, pero también se habla de baloncesto, ciclismo, tenis, pero eso no significa que los lectores se hayan cansado del fútbol, ¿no?».
Vale. Ok. Pero es que la nueva generación de jóvenes aristócratas españoles (y extranjeros) parece que se cayeron de bebés en un marmita rollo aldea de Asterix. Una olla repleta de serums cosméticos prodigiosos porque son más guapos, más altos, más estilosos, más rubios, con una dentadura más perfecta y blanca y todo más más que el común de los mortales. Alvaro y Tamara Falcó, Victoria Hohenlohe, Fernando Fitz James, Hilda Armada, María de León, Alejandra de Rojas… podrían ser modelos, de hecho, algunas de ellas lo son… ¿Será entonces que más que aristócratas son influencers? «No creo que interesen los cachorros de la aristocracia en sí mismos. Solo si tienen éxito empresarial y personal y, desde ese punto de vista, sí puede decirse que sean como una categoría superior de influencers. Porque ellos no venden la marca de nadie. Ellos son su propia marca, su vida lo es», contesta la responsable de Vanitatis. Ea. Lo que yo decía. De hecho, según Sánchez, «los aristócratas en cambio, sí, y marcan tendencias de moda y proyectan lujo y dinero, mucho mejor que los influencers».
¿Y quién atesora más gracias y virtudes que una Reina? Aquí, con Doña Letizia, lo tenemos todo. Ella desde luego se ha mantenido presente en el cuore conviviendo en portadas con la familia de Jesulín o la misma Belén Esteban. Tal vez porque ella es la conjunción de ambos mundos, un big bang en toda regla de donde solo pueden surgir grandes comienzos. «Cada detalle de Letizia puede ser objeto de un reportaje. No desplaza al resto de famosos, pero complementa con éxito el cóctel del corazón» argumenta Vicente Sánchez. El capo de «Semana» matiza. «La Familia Real ha decidido privarnos de imágenes familiares fuera de actos oficiales y eso termina alejando a la gente y que se pierda el interés». O que las Reinas lo tengan. El interés, digo. Ahí está Cote Villar: «Las Reinas, si quieren, venden. No hay más que fijarse en la Casa Real británica, la que mejor utiliza las herramientas de comunicación. Pero las monarquías tienen tantos complejos y tantas ganas de no polemizar que por el camino se están cargando su propia esencia». Pues estamos buenos porque «la del pueblo» se rompió el tobillo el otro dia en Sálvame. Pero, vaya, bienvenidos aristócratas a vuestro lugar natural.
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