
DEP
Campuzano, el pianista que dejó la espada del abuelo del Rey como legado
El músico vivió con la espina de solo ser reconocido en Estepona. Esta tarde se celebra la misa funeral en Marbella

El maestro Felipe Campuzano, nacido en Palma de Mallorca pero gaditano y costasoleño de adopción, acariciaba estos días la espada que le regaló su amigo Don Juan de Borbón, como oro en paño. Su dedo rozaba la dedicatoria como muestra de gratitud del abuelo del Rey Felipe VI al músico por componer el himno del buque insignia Juan Sebastián de Elcano, embarcación donde ahora su bisnieta, la princesa Leonor, hace la instrucción militar.
Hace unos días, cuando salían las imágenes de la princesa, el compositor que ya estaba enfermo, orgulloso, les decía a sus amigos: «Ahí está la futura Reina de España, en el único buque que tiene música propia, y ese himno lo he compuesto yo». En las entrevistas que mantuvo con la que escribe estas líneas siempre se jactaba de su estrecha relación con el padre de Don Juan Carlos, con el que compartía también la pasión por el mar y la navegación. «Más de un parchís y un dominó nos hemos echado. Don Juan era un rey del pueblo y fue obligado a abdicar. El pobre me contó cómo vio la coronación de su hijo en un bar de Estoril», recordaba. A Campuzano siempre le gustaba contar chascarrillos a los periodistas, incluso cuando la fatídica enfermedad del cáncer, que le diagnosticaron hace tiempo, ya había hecho mella en él.

El pianista, íntimo de Rocío Jurado y Lola Flores, fue enterrado el miércoles en Estepona, ya que, según sus propias palabras, era el único pueblo de la Costa del Sol donde le dieron su sitio, con una calle, un conservatorio y un homenaje que le iban a hacer en mayo: «En Marbella, nada. Solo en la época de Gil, que fui director del conservatorio. Pero ahora, ni una medalla, ni nada, por el día de Andalucía». Quejoso, estas eran unas de las últimas declaraciones que nos hacía, pocos meses antes de fallecer. Sus amigos lo decían muy alto: «¿Cómo a este hombre, que es una de las excelencias de la música en España, no se le ha dado en Andalucía su lugar?». Campuzano era más que un músico. Ha sido el creador de más de mil canciones y grandes éxitos como: «Achilipú», «Amigo conductor», «La minifalda» o «Te estoy amando locamente», que inmortalizaron Las Grecas.
El pianista no perdió nunca la esperanza de curarse. En una de las ultimas entrevistas que tuvo con este periódico, con el carácter bromista y satírico que le caracterizaba, manifestaba: «Que yo tengo mucha cuerda… no lo sabéis bien. A mí me quedan todavía muchos bemoles que dar». Pero al final, la enfermedad pudo más que él, y la clave de sol se desdibujó en la última partitura que había escrito en su casa de Las Cumbres, lugar donde un familiar le encontró sin vida el pasado martes.
La herencia del compositor prácticamente se la gastó en vida. En su día tuvo casas en diferentes provincias. Una de ellas, la de Madrid, donde hacía espectáculos para lo «más granao» de la sociedad de la capital. En los últimos años, sus ingresos pasaban por cobrar los derechos de autor de sus innumerables obras y una pensión que le correspondía por el último trabajo que hizo en Estepona. «Siempre estaré agradecido a José María Urbano, el alcalde, que veló por mí», solía decir. La casa marbellí de Las Cumbres pasará a repartirse entre sus cinco hijos de diferentes matrimonios. El compositor se casó tres veces. La última vez fue en Plasencia en 2014 con María del Puerto Martín. Su primer matrimonio fue con la bailaora Carmen Encalado, con quien se casó en 1967, cuando tenía 22 años y empezaba despuntar. En 1974 editaron de manera conjunta el disco «Carmen y Campuzano». Después, vino su boda con Lola de Parámo en 1984, y fue tras separarse de ella cuando rehízo de nuevo su vida con María del Puerto García. En los últimos años con ella intentó llevar una vida más alejada de la crónica social. Su hija Esperanza Campuzano es la única que tuvo vida pública al trabajar como actriz. Sus otros cuatro hijos han permanecido siempre en el anonimato y solo se conocen sus nombres: Pipe, Esther, Fanny y Manuel. Todos estuvieron en primera fila en su funeral.
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