
Entrevista
Carmen Posadas, al descubierto: habla de su familia, sus retoques estéticos y abre debate sobre el papel de la mujer
La escritora se sincera de su error al casarse y ser madre joven, cómo se resiste al paso del tiempo y cómo ya hace lo que le da la gana

Carmen Posadas es una de las escritoras más exitosas de nuestro país, con una amplia proyección más allá de nuestras fronteras. Pero más allá de su profesión son muy pocos los detalles que ha dejado que trasciendan al mundo mediático, pues es celosa de su intimidad. Ahora se encuentra de promoción de su nuevo libro, ‘El misterioso caso del impostor del Titanic’, con el que pretende conquistar de nuevo las librerías estas Navidades. Esto le ha llevado a sentarse a charlar animadamente con Vicky Martín Berrocal en su podcast ‘A solas con…’, donde ha acudido de promoción y donde finalmente se ha terminado abriendo como pocas veces. Algo tiene la diseñadora que engancha a sus entrevistados y logra que se sientan tan cómodos como para tratar temas que, en otros ámbitos, es tabú. Así, la escritora de 71 años, no ha tenido reparo alguno en hablar sobre sus retoques estéticos, abrir polémicos melones sobre la maternidad y hablar con orgullo de sus hijas y nietos.

La escritora ha demostrado su valentía a la hora de plantear una idea que cree que podría no ser bien interpretada o levantar ampollas: “Esto que voy a decir es muy políticamente incorrecto, pero la maternidad está muy idealizada. Dicen que es la cosa más maravillosa del mundo y que nunca vas a sentir un amor igual, y es cierto, pero nadie te cuenta la cara B, que son las noches sin dormir, el cuerpo hecho polvo… Yo recuerdo la lactancia como un martirio chino. Prefiero siete partos a aquel martirio de la lactancia”, se sincera Carmen Posadas, que sentencia que “ser madre es casi un mandato biológico y sientes que es lo primordial. Pero una vez cumplida esta parte, deseas más”. Así se propuso ella triunfar con sus libros, lo que le ha hecho sentirse realizada más allá de su condición como madre: “Escribir te acompaña”.
La escritora es clara a la hora de expresar sus necesidades: “A mí me gusta estar sola, necesito estar sola muchas horas del día. La literatura para mí es un territorio mágico. Y además escribir es muy terapéutico. Yo me he ahorrado un pastón en psicoanálisis escribiendo. Incluso si no quieres dedicarte a la literatura, escribir lo que te pasa es una herramienta muy eficaz. Escribir es ordenar el caos”, aconseja tras encontrar el equilibrio en esta práctica para liberar la mente ensuciando el papel con ideas. Es más, la experiencia le hace ver la vida de una forma distinta, hasta el punto de sentenciar que “a los 60 años llega la prórroga y puedes dedicarte a lo que te gusta (…) Para entonces las cosas importantes de la vida están organizadas. Los hijos son mayores, la carrera profesional está encarrilada, seguramente tienes una vida sentimental organizada. Y entonces viene la prórroga, que consiste en hacer todas las cosas que siempre has querido hacer, pero nunca has podido porque tenías otras prioridades”.
“Las mujeres somos adictas al ‘tengo que’. Tengo que ser la mejor esposa, la mejor amante, la mejor amiga… este ‘tengo que’ no te deja vivir, pero a los 60 años llega la prórroga y puedes dedicarte a lo que te gusta. Yo siempre quise aprender tango, por ejemplo”. También se ha liberado de los complejos que le han acompañado a lo largo de su vida, aunque dice haber tenido “todos los del mundo”, pues cree que nació en desventaja en comparación con los suyos: “He sido una niña muy fea. Era una niña fea en una familia de guapos, mis padres eran espectaculares y mis hermanas rubias de ojos azules. Encima era la mayor, por lo que la situación era más afrentosa”. Al menos encontró el amor, aunque considera que le llegó demasiado pronto eso de jurar amor eterno e intercambiar alianzas: “Yo me casé con 19 años y no se lo recomiendo a nadie. Me casé en Moscú. Ahora me alegro, pero en su momento me cortó mucho la vida”, se sincera. Y es que subraya que “las mujeres interrumpimos todo lo que estamos haciendo para dedicarnos en cuerpo y alma a los hijos. Yo, con veintitantos años, ya tenía dos hijas y me planteé si quería seguir siendo una madre monísima, esposa perfecta y la que mejor tartas de manzana hacía en el barrio, o si quería ser alguna otra cosa”.
Así, Carmen Posadas siente que ha conseguido el éxito en lo profesional, pero también en lo personal. Ahora con un papel que le disfruta desempeñar: “A mí me encanta la etiqueta de abuela. Nunca entenderé a la gente que piensa ya soy vieja al hacerse abuela. Pero yo no soy una abuela gagá. Ahora están de moda las abuelas gagás, que les dan de todo a los nietos y los malcrían. Yo no soy ese modelo para nada”, algo que le enseñó su suegra, que consentía a sus hijas saltándose su opinión, lo que le daba “una rabia espantosa”. Pero por suerte sus hijas han salido ejemplares: “Mi hija Sofía se dedica a la medicina estética y es una crack. No opera, pero se dedica a todos los tratamientos que se pueden hacer sin bisturí. Ella me ha ayudado muchísimo en ese sentido”. No oculta que se ha puesto en sus manos para contrarrestar el inevitable paso del tiempo: “No son operaciones, no es nada invasivo. Lo que hace es ayudarte a mantener tu aspecto con tratamientos que no son nada invasivos, que te sacan tu mejor yo para cada época. Yo no pretendo tener 20 años, yo trato de aceptarme como soy y estar lo mejor posible con esta edad”, asegura a Vicky Martín Berrocal, que sabe de lo que está hablando, pues ella también es amiga de este tipo de centros de estética.
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