
Primeras palabras
Frank Cuesta: redención, presión y una suricata enferma
El polémico activista animal salva el pellejo en Tailandia tras una condena leve, mientras destapa las sombras de un vídeo "guionizado" y continúa su lucha en el santuario

Frank Cuesta, el herpetólogo más visceral de la televisión, ha vuelto a rugir. Esta vez, desde el lado luminoso de un tribunal tailandés. El pasado 18 de junio, el Tribunal Provincial de Kanchanaburi zanjó -con una multa de apenas 800 euros- la causa que tenía al activista enfrentado a cargos por posesión ilegal de animales en su santuario.Sin penas de prisión ni mayores consecuencias judiciales, Cuesta respiró aliviado, y no tardó en contarlo con la crudeza y transparencia que le caracteriza.
"Llegué cagado", confesó en un vídeo de YouTube. "Pero el juez fue elegante, me dijo que no soy un criminal". El tono de su discurso oscilaba entre el desahogo y la reivindicación. La resolución le devuelve el pasaporte, la visa y, sobre todo, la libertad emocional de quien ha pasado meses entre la incertidumbre y el miedo. No sólo al castigo legal, sino a amenazas que -según ha señalado- provienen incluso de excolaboradores.
El santuario, su refugioç
Entre papeles "en regla" y errores que asume sin rodeos, Cuesta ha anunciado que su intención es permanecer en Tailandia. El santuario sigue siendo su refugio y su propósito. Mientras grababa su mensaje, retiraba del arcén el cadáver de un animal atropellado y mencionaba con ternura la visita pendiente al veterinario con una suricata enferma. Lo salvaje no se detiene.
Pero entre líneas, también asoma el escándalo. En ese mismo vídeo, Cuesta revela que una de sus anteriores grabaciones -la más polémica, en la que negó incluso estar enfermo de cáncer- fue elaborada “bajo presión”. “Me lo dieron guionizado en abril”, admite, sin dar más nombres, pero dejando claro que las amenazas y las tensiones forman parte de su día a día. La leucemia que padece sigue siendo real, como su batalla por continuar su tratamiento.
La sentencia supone un cierre parcial a uno de los capítulos más tensos de su historia reciente, pero no el fin de la novela. Frank Cuesta sigue en pie, entre reptiles, errores, presiones y rescates. Y no parece que esté dispuesto a bajar el tono. Ni la guardia.
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