Entrevista

Javier Pérez Campos investiga a los fantasmas infantiles: “El miedo que provocan los espíritus de niños no se parece a ningún otro”

Un libro que indaga en casos relacionados con las extrañas apariciones de los espíritus de niños fallecidos

Javier Pérez Campos, redactor de Cuarto Milenio.
Javier Pérez Campos, redactor de Cuarto Milenio.Gonzalo PérezGonzalo Pérez

A nivel iconográfico, el fantasma infantil siempre ha sido motivo de investigación para Javier Pérez Campos, el periodista de Cuarto Milenio que ahora publica “Immaturi. Los inocentes”. (Editorial Planeta), un libro que indaga en casos relacionados con las extrañas apariciones de los espíritus de niños fallecidos.

Javier Pérez Campos: "Los animales captan situaciones extraordinarias mucho antes que nosotros"
Javier Pérez Campos: "Los animales captan situaciones extraordinarias mucho antes que nosotros"larazon

¿Quiénes son los immaturi?

El immaturi es un niño que camina, pálido, por una carretera solitaria, una figura de pequeña estatura que juega en el largo pasillo de un hotel, un bebé que se aparece llorando a las puertas de un cementerio. Son los Inocentes, los fantasmas más temidos. Miles de personas, en todas partes del mundo, se han encontrado con ellos. El miedo que provocan no se parece a ningún otro. En ese fantasma vemos nuestra propia fugacidad, nos dice que si él ha muerto a destiempo tampoco existe la certeza de un mañana para nosotros.

¿Qué caso le ha llamado mas la atención?

Uno de ellos sería el del niño blanco que se aparece en las puertas del cementerio de Aceitunilla, en las Hurdes, desde 1800 hasta la actualidad. Los que le han visto afirman que se han encontrado con una figura de pequeñas dimensiones, casi un feto, que se arrastra y que provoca un terror como ningún otro.

¿Fetos fantasma?

Si. En la Edad Media y hasta finales del siglo XVIII muchos creían en la aparición de fetos neonatos, de figuras de pequeño tamaño, que habían muerto antes de nacer y que regresaban del más allá. El motivo era que, o bien no habían sido bautizados, o no se les había puesto un nombre.

Cuesta creer que las almas infantiles sean malignas.

Son almas perdidas, no entienden lo que es la muerte, no pueden trascender hasta el otro lado, y regresan llenas de ira, no saben controlarse y son muy temidas.

En el parador de Mérida sucede un episodio sobrenatural fuera de la lógica.

Mucha gente, trabajadores y huéspedes, aseguran que se han encontrado con el fantasma de un niño de unos cuatro o cinco años, que corretea por los pasillos y que se desvanece ante los testigos. Algunas limpiadoras se niegan a entrar en la habitación 205 porque dicen que allí les suceden fenómenos de difícil explicación. Luces que se encienden y apagan solas, portazos, golpes, y la impresión de la presencia de un niño que intenta jugar con ellas. Les deshacen las camas, abren los grifos del baño…

Hábleme de la portuguesa fantasma ensangrentada.

Era una mujer a la que atropelló un coche, que se dio a la fuga, en la carretera nacional 5, rumbo a la base aérea de Talavera la Real, cuando llevaba a su bebé. Les encontraron a los dos muertos, y muchos ven a su fantasma con el niño en brazos envueltos en una sábana llena de sangre. Los soldados de la base han escuchado el llanto del crío dentro de una de las garitas de la base.

¿Quiénes son los niños guardianes?

Espíritus infantiles que nos ayudan desde el otro lado. Ahí están los que conocemos como ángeles de la guarda, querubines representados como niños de corta edad, y yo reflejo la historia de personas que han salvado sus vidas gracias a su intercesión…

También tenemos a los “amigos invisibles”.

Muchos niños pequeños desarrollan un apego hacia alguien que los adultos no ven. Aunque yo cuento algún caso en el que los mayores han podido ver la imagen de los invisibles. Por ejemplo, en una finca de Sevilla, un crío hablaba constantemente de un amiguito al que quería dejar entrar en casa. Un día, la madre contempló la coronilla de un chico de corta edad que se desvaneció de repente. Los expertos afirman que los niños tienen la capacidad de percibir ciertas presencias que nosotros no apreciamos.