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Ah, la resurrección de la carne

A estas horas, el Papa Francisco ya sabrá, al menos, si en el Más Allá sirven mate o no.

VALENCIA, 21/04/2025.- Asistentes al santo rosario por el fallecimiento del papa Francisco celebrado este lunes en la real basílica de la Virgen de los Desamparados, en Valencia. EFE/ Ana Escobar
VALENCIA, 21/04/2025.- Asistentes al santo rosario por el fallecimiento del papa Francisco celebrado este lunes en la real basílica de la Virgen de los Desamparados, en Valencia. EFE/ Ana EscobarAna EscobarAgencia EFE

A la hora de explicar «El loco de Dios en el fin del mundo», su autor, Javier Cercas, dice: «Entiendo el libro como una investigación policial sobre una cuestión esencial: el asunto de la resurrección de la carne y la vida eterna. Quien no cree en eso no puede ser cristiano». A estas horas, el Papa Francisco ya sabrá, al menos, si en el Más Allá sirven mate o no. Con esto de la resurrección hay que andar con ojito, que se lo pregunten si no a Lázaro, que fue resucitado, sí, pero cuentan las malas lenguas que luego la gente le evitaba porque no olía precisamente a rosas. Recuerdo lo que me enseñaron los jesuitas: que para el Juicio Final, probablemente presidido por Conde-Pumpido, resucitaremos con los mismos cuerpos y almas que tuvimos.

Entiendo que desee una resurrección así Chris Hemsworth, el marido de Elsa Pataky, pero los demás, ¿qué? ¿Querrá el Gran Wyoming resucitar con ese careto? ¿Querrá la Pantoja resucitar con el alma manchada por los rencores familiares?

Peliaguda cuestión. Puestos a hacer el gran milagro en esa fecha tan señalada, creo que el Señor debería estirarse un poco y aliviarnos con alguna mejora. A mí me gustaría resucitar sin tripa y ligero de achaques, o sea, Señor, ya que me has resucitado, al menos quítame la artrosis, el asma y las cataratas. Ya puestos, ¿qué más te da? También sería de agradecer algún retoque de alma. ¡Qué gozada presentarme ante Pumpido con un alma como la de Tamara Falcó, por ejemplo! Y sobre la vida eterna, qué quieren que les diga: está bien por un rato, pero después se puede hacer un poco pesada, sobre todo teniendo en cuenta que quizá no estén allí para animarnos la existencia el Apolo de la Moncloa y sus mariachis.