Miocardiopatías hipertróficas

Vaquerizo y la Legión

Mario Vaquerizo no necesita mucho para liarla parda.

Mario Vaquerizo
Mario VaquerizoCortesía

Ponerse una simple camiseta, la que le salga del kiwi, por ejemplo. Subía el otro día una imagen a sus redes a su vuelta de Canarias y ya le decían que lo suyo era provocación. ¿Por qué? Pues porque la camiseta en cuestión era una de la Legión. A mí hay polémicas que se me escapan, lo admito, y esta es una de esas. ¿Qué más dará la camiseta que se ponga alguien? La gracia aquí es que los que protestan porque Vaquerizo se ponga para salir a la calle lo que le venga en gana son los que montan un cirio porque encarcelen a un rapero por cantar lo que quiera o tapen a una moza por sacarse una teta al aire en un espectáculo. Yo siempre con la libertad de expresión, pero para todos. Como apuntaba alguien por ahí, por las camisetas con mensajes mucho más explícitos, como señalar a un ciudadano de infantería absuelto por la justicia desde un puesto de poder, no solo no se ha protestado sino que se ha jaleado la iniciativa. Parece que lo del tablero inclinado no es tal, es más bien que las reglas del juego son distintas para unos y otros. Pero yo, con Vaquerizo. No se puede ser más libre de lo que es. Él, ni entra en polémicas, como el que oye llover. Y eso que ha logrado que hasta algunos, que van de ecuánimes defensores de la libertad y de estar a salvo de sesgos, hayan sacado la patita para señalarle por decir que él no celebra el orgullo esta semana. Como si fuese obligatorio. Ni siquiera ha dicho que no lo haga por heterosexual o innecesario. Solo ha dicho que no lo celebra porque lo celebra todos los días. «Me siento muy maricón. No tengo que buscar una fecha para reivindicar la libertad de las personas. Aplaudo que exista la reivindicación, pero yo no me pongo una bandera», decía. Y ya le valía la comparación con Abascal, que había dicho que no lo celebraba porque él es heterosexual. Total, que al paso que vamos, lo necesario va a ser ir recitando de memoria todas las causas justas. No vaya a ser que se nos olvide alguna y eso ya implique, por omisión, estar a favor de, me lo invento, empujar ancianitas que esperan en los pasos de cebra cuando pasa el autobús.