Famosos

La hija pequeña de Manolo Santana no irá a su boda

Alba Santana y Mila Ximénez
Alba Santana y Mila Ximénezlarazon

Marbella se despereza. La capital costasoleña está expectante, como los buenos centinelas, ante la tercera edición del «Luxury Weekend», que se celebrará el próximo fin de semana, intentando ahuyentar una crisis que ya se ha cebado con otros locales de Puerto Banús. Chloé y el joyero Stephen Webster, tan demandado por la numerosa colonia rusa, que no deja de crecer y complicarlo todo, ya han sufrido lo suyo. Los árabes eran menos ruidosos, aunque tenían más motivos para sentirse dueños y señores. Sigue cerrado el emblemático Incesol que inauguró Franco y que ahora López Esteras quiere recuperar, sin nostalgia, lo que siempre es un error.

Podría escribirse un volumen en el que se recordase las labores de Mona Jiménez –la de las históricas lentejas– como relaciones públicas, a Cela, velando armas, Andrés Pajares, semi disfrazado, con su hija Conchi y Carmen Martínez-Bordiú en plan empresaria de un ballet pretencioso. Fue la última gran cita social de unos tiempos más glamurosos que cobijaron a la emperatriz Soraya, Sean Connery y Micheline, Deborah Kerr y Peter Viertel, Audrey Hepburn y Mel Ferrer, los duques de Windsor –atraídos por Alfonso de Hohenlohe– y Nanita Kalisnikov, a la que su adorador Dalí llamaba Luis XIV porque le recordaba al Rey Sol. Era un personaje con un estilo internacional, hija de El Caballero Audaz y modelo del francés Domergue, que creó un tipo femenino continuamente repetido en su ingente obra pictórica. Éste hizo panda con Enrique Sabater –el fidelísimo y paciente secretario de Dalí–, Antonio Olano, Miguel Utrillo hijo y Tito Parés, que lo recibía en su Ritz barcelonés, donde departían con la entonces imponente Tita Cervera. Tomaban «blanquette» con Modesto Cuixart y Xavier Cugar ya en plena decadencia, aunque aún con su imponente Rolls. Juan Garpart le dio el último empuje. La de cosas que allí se han visto; mi nostalgia no es un error, pues fue una Barcelona triunfante que luego decayó por el pujolismo de vía estrecha y miras provincianas. Hoy, las noches apenas se parecen a las de entonces, cuando Dalí acudía con Amanda Lear ante el cabreo de Gala, sólo pendiente de sus jóvenes «flirts».

Lo de Marbella tuvo un tinte más burguesito, con Guadalmina de refugio. ¡Ay, si contasen los dislates de Manolo Lapique que Fernando Prado y Colón de Carvajal me descubrieron en México! Fueron fruto de su tiempo, como también, a su manera, la dulce y guapísima Alba Santana, hija del tenista y de Mila Ximénez. La más pequeña de la familia reside en Holanda y no piensa asistir al enlace con Claudia «porque Monolo todavía no conoce a sus nietos. ¡Hasta ahí podíamos llegar!», me confirma Mila.