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La prueba secreta de ADN de Alberto II

En 2013, su supuesta hija Delphine Boël interpuso una demanda de paternidad. El resultado del test no será público hasta que lo decidan los tribunales

A la izquierda, el monarca belga; a la derecha, su presunta hija, Delphine Boël
A la izquierda, el monarca belga; a la derecha, su presunta hija, Delphine Boëllarazon

En 2013, su supuesta hija Delphine Boël interpuso una demanda de paternidad. El resultado del test no será público hasta que lo decidan los tribunales.

El pasado siempre es presente. Al menos para el monarca emérito Alberto II, que ha acabado aceptando a regañadientes la exigencia de someterse a una prueba de ADN después de la demanda de paternidad interpuesta por su supuesta hija, Delphine Boël. La Corte de Apelación de Bruselas le exigió el pasado 16 de mayo pasar por esta prueba genética bajo la amenaza de tener que pagar un multa de 5.000 euros diarios si no obedecía al veredicto del tribunal. «Después de haber tenido conocimiento de la sentencia de la Corte de Apelación de Bruselas, en respeto a la institución judicial, el rey Alberto ha decidido someterse a la prueba ordenada», aseguró el letrado del monarca esta semana a los medios. A pesar de la humillación que esta prueba puede suponer para Alberto II, las conclusiones dle examen serán mantenidas en secreto hasta una nueva decisión de la justicia.

Pero, ¿quién es Delphine Boël? La primera demanda de paternidad data de 2013, aunque la existencia de esta presunta hija de Alberto II salió a la luz en 1999. Ese año se publicó una biografía no autorizada de la soberana Paola, mujer de Alberto II. En ella se detallaban aspectos íntimos del matrimonio real cuando sus planes no contemplaban el acceso al trono –el primogénito Balduino y la española Fabiola murieron sin descendencia– y todo indica que existieron relaciones extramatrimoniales por las dos partes. Rumores que, por otra parte, no son nuevos y fueron la comidilla de la realeza europea durante muchos años. Se especula incluso con un romance secreto por parte de Paola con el cantante italiano Adamo, quien le habría dedicado la célebre canción «Dolce Paola». Pero la «dolce vita» llegó a su fin y los deberes del trono han acabado imponiéndose. Alberto II se convirtió en rey de los belgas a los 62 años, tras el fallecimiento de Balduino.

A punto de divorciarse

Aunque el soberano nunca ha reconocido ningún «affaire» de manera directa, en su discurso de año nuevo de 1999 acabó revelando que su relación con Paola había atravesado momentos difíciles. En un mundo tan rígido como el de la realeza, estas palabras fueron interpretadas, si no como un reconocimiento explícito de esta filiación extramatrimonial, al menos como una confesión sobre su idilio adúltero. Todo indica que este romance entre Alberto II y la madre de Delphine Boël no fue flor de un día sino que llegó a durar décadas. La baronesa Selys Longchamps, madre de Delphine, detalló en su momento que los reyes estuvieron a punto de divorciarse en 1969 y en 1979. Pero la sangre no llegó al río.

En caso de que el test genético acabe ratificando esta filiación, Delphineaccedería a la línea sucesoria, pero sí podría acabar beneficiándose de una cuantiosa herencia de los bienes privados del ex monarca. El padre legal de Delphine, Jacques Boël, decidió desheredar a esta mujer de 48 años,escultora de profesión, al comprobar que no existían lazos biológicos con ella. La batalla de Boël ha sido ardua, sobre todo tras la abdicación del rey belga en 2013. Entones, el caso pasó de ocupar la prensa del corazón para adquirir una dimensión política y jurídica más profunda. Con su renuncia al trono, Alberto II perdió la inmunidad de su cargo y eso ha posibilitado que el periplo de Boël por los tribunales haya resultado exitoso. Al menos, por ahora. El tribunal de primera instancia le dio al monarca un ultimátum de tres meses en los que estaba obligado a proporcionar una muestra de saliva para las pruebas de ADN. Alberto II recurrió este primer veredicto y agotó todas las instancias judiciales. Pero la corte de apelación se ha mostrado contundente y el rey no podrá seguir dilatando el esclarecimiento de este asunto. Solo cabe esperar el fallo del tribunal de casación.