Nueva York
Máxima impone la ley del silencio
LA RAZÓN habla con familiares y periodistas que aseguran que la princesa de Holanda ha decretado mutismo
«Era evidente que mi padre no vendría a la ceremonia de investidura. Si no asistió a nuestro matrimonio, ahora que se trata de una ceremonia de Estado, tampoco. Nadie de mi familia vendrá». Así de tajante se mostró la princesa Máxima de los Países Bajos al hablar de los invitados a la coronación del 30 de abril. Guillermo Alejandro será investido rey durante una ceremonia civil, y Máxima se convertirá entonces en reina consorte. Los festejos por la proclamación del nuevo monarca comenzaron la semana pasada, pero alcanzarán su máximo apogeo el martes. Sin embargo, a pesar de la larguísima lista de invitados a la celebración, ningún miembro del clan Zorreguieta tiene permitido acudir, según afirmó la misma Máxima en la entrevista que ofreció junto al príncipe Guillermo en la televisión holandesa. El tema de Jorge, el padre de la princesa, ha sido siempre espinoso tanto para los holandeses como para los argentinos. Su vinculación con el régimen militar de Jorge Rafael Videla en los años setenta le ha pasado factura a toda la familia, y por ello fue vetado en la boda de su hija con el príncipe heredero en 2002. «Su ausencia en la boda fue muy dolorosa para mí», dijo Máxima al respecto. Y quizá aquí esté el quid de la cuestión: «Máxima está enojada por cómo Holanda ha tratado a su padre y a su familia. Y, a la vez, ella no ha querido comunicarle a su país la alegría de ser reina», cuenta Silvina Walger, reputada periodista y escritora argentina.
Máxima discreción
Lo que se comenta en Argentina es que la futura reina de Holanda ha impuesto un mutismo obligado tanto a los miembros de su familia como a los periodistas y medios de comunicación. «Nos ha sido imposible contactar con nadie de su entorno. Nos cuentan que no pueden hacer declaraciones. Incluso intentamos hablar con los profesores del colegio al que acudía Máxima, pero ellos también habían sido acallados», afirma Víctor Ingracia, redactor del diario «La Nación». «Se trata de un arreglo que han acordado directamente con Máxima. Hay mucha tensión, y ella quiere que se la deje en paz y que su familia no sea juzgada, así que ha impuesto la ley del silencio», recalca Walger. LA RAZÓN ha comprobado también que ninguno de sus hermanos se atreve a pronunciarse sobre su veto en la coronación: «Lamentablemente, no voy a participar», afirma Dolores Zorreguieta, la hermanastra de Máxima que trabaja como artista en Nueva York. Ángeles, su hermana científica –colabora en el Instituto Leloir de Buenos Aires–, tampoco quiere hacer declaraciones. Y al llamar al restaurante Tinto Bistró de Patagonia, Martín Zorreguieta se niega a ponerse al teléfono: «Prefiere no hablar», dicen sus empleados. Mientras tanto, Juan, el otro hermano varón de la princesa, continúa con su posgrado en Austria, e Inés, la benjamina y la preferida de Máxima, decide qué va a estudiar tras graduarse el año pasado. La familia sigue con su vida normal, en su piso de toda la vida, en el bonaerense barrio de La Recoleta. Y no piensan hacer comentarios.
Y es que Máxima encarna un sueño de hadas: la joven de clase media cuya historia de amor con un príncipe heredero se convierte en realidad. Pero, a la vez, le obsesiona su intimidad, tiene problemas con la prensa, protagoniza intrigas y luchas internas y acaba haciendo pactos con los medios: quien los rompe es marginado automáticamente y condenado al ostracismo. Por ello, para el decisivo momento de la entronización, la princesa de Orange lo ha dejado todo en manos de la Casa Real holandesa y ha impuesto severas normas para que nada que ella no quiera que se sepa acabe trascendiendo.
Al margen de la problemática que rodea la coronación, Holanda se prepara con gran entusiasmo para recibir a sus nuevos monarcas. El viernes tuvieron lugar los tradicionales «Juegos del Rey», un evento deportivo que se celebra cada año en los colegios holandeses, y en la inauguración, el príncipe heredero afirmó que éste «es un momento muy especial. La verdadera cuenta atrás ha empezado ya». Máxima y Guillermo se mostraron felices de que todo el reino estuviera participando en la celebración. «Los neerlandeses están muy excitados. En todas las ciudades se han organizado fiestas callejeras, todo el mundo se vestirá de naranja y rendirá tributo a la amada reina Beatriz y a los nuevos monarcas», destaca Barbara Sanders, periodista del holandés «Vastgoeed Journaal». Pero como dijo el futuro rey, «aquellos que no están de acuerdo con la monarquía tienen derecho a expresar su opinión, porque yo también soy un demócrata», y por ello se han establecido seis zonas restringidas para las manifestaciones republicanas, cuyos integrantes vestirán de blanco, por ser un color «neutral».
El martes a las 10:00 h. comenzará una nueva etapa para los Países Bajos. En la sala Mosezaal del Palacio Real, situado en la Plaza Dam de Ámsterdam, se producirá la abdicación formal de Beatriz ante los presidentes del Congreso y del Senado, el Gobierno, el Consejo de Estado, los gobernadores de Aruba, Curaçao y San Martín (antiguas colonias en el Caribe) y la familia real. Media hora después, convertida ya en princesa real, Beatriz se asomará al balcón palaciego acompañada de su hijo y su nuera. Tras un breve discurso del nuevo rey y de Beatriz, se cantará el himno nacional de Holanda, «Wilhelmus», y entonces saldrán las tres hijas de Guillermo y Máxima: Amalia, nueva princesa heredera, Alexia y Ariane. Después, a las 14:00 h., tendrá lugar el acto de investidura en la Iglesia Nueva (Nieuwe Kerk), y otra vez en el Palacio Real se celebrará una recepción de las comitivas reales y extranjeras, dignatarios y miembros de las Cortes. Al atardecer, los ciudadanos cantarán la «Canción del Rey» en presencia de los monarcas, y luego Guillermo y Máxima zarparán en el barco «Dragón Verde» para hacer un recorrido por el río Ij saludando a todos los congregados en determinadas zonas de la orilla. Por último, el Edificio de la Música acogerá una cena de gala que tendrá al primer ministro de Holanda, Mark Rutte, como anfitrión.
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