Tribunales
Las «peligrosas maniobras» de Ortega Cano al volante
«Puso en peligro la circulación descaradamente», explicó un testigo que se cruzó con el diestro el día del accidente
Zaína se le está poniendo la faena judicial al torero. Ortega Cano –abrigo largo gris, traje negro de raya diplomática, corbata rosa palo, bufanda fucsia, semblante sereno– llegó ayer a los juzgados de lo Penal de Sevilla a «enfrentarse a lo que diga la Justicia. Vamos a lo que Dios quiera», declaró a la entrada. Los seis primeros testigos dibujaron un siniestro panorama para el diestro, que se enfrenta a una petición de cuatro años de prisión por conducción temeraria, triplicar la tasa de alcohol permitida y homicidio por imprudencia, a cuenta del accidente en la carretera de Castilblanco a Burguillos, que le costó la vida a Carlos Parra. Los declarantes hablaron de adelantamientos forzados, velocidad de hasta «140 o 150 kilómetros por hora», invasiones de carril contrario y maniobras «muy peligrosas». En la lucha de su defensa por invalidar las muestras de sangre que se le tomaron –realizadas, en principio, con fines terapéuticos–, contará, al menos en parte, con el testimonio del médico que le atendió en un primer momento en el lugar del siniestro, quien manifestó que no percibió signos de embriaguez u olor a alcohol en el torero.
El torero «se moría»
«Maestro, soy el doctor Valseca», le dijo el testigo al reconocer a su popular vecino, –a quien ya había atendido en alguna ocasión–, atrapado en su Mercedes R-320. Ortega Cano le «sonrió». «Llevaba un pañuelo al cuello. Él habló con nosotros. Se señalaba la rodilla. El fémur tenía dos o tres deformaciones. Las ruedas estaban empotradas en el vehículo», relató el galeno, que no prestó atención a señales de haber ingerido alcohol en su aliento, ni notó nada entre los numerosos fluidos y olores del lugar del impacto. «Estaba consciente, con un lenguaje coherente, los ojos abiertos y la respiración espontánea», indicó. No obstante, «la tensión arterial de inmediato se fue para abajo. Se moría». Carlos Parra, empotrado en su Seat Altea, ya estaba sin vida cuando llegaron los servicios médicos.
Álvaro R. D., con dos años de carné en el momento de los hechos, relató cómo el vehículo que tenía «detrás» iba «haciendo cosas raras», por lo que, junto a su novia, dio aviso al 112. Según este testigo, Ortega Cano le adelantó en un resalto, saltándose la línea continua, rozando el arcén y permaneciendo en el carril contrario unos 500 metros. «Ponía en peligro la circulación descaradamente», indicó.
Poco después, otro testigo, Rafael V. R., le paró en la carretera alertándole del siniestro mortal. Éste indicó que el coche de Carlos Parra, que iba delante de él, «no tuvo tiempo de reaccionar» y que si el acusado no hubiera colisionado con la víctima «se sale de la carretera o choca conmigo» frontalmente. Mariano A. V., conductor del Citröen C15 que chocó con el motor del vehículo de Parra, que salió disparado por el impacto, tampoco «olió a alcohol» a unos metros de Ortega, aunque tampoco a gasolina o goma quemada.
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