Opinión

La crónica de Amilibia: Vivo en un agujero negro sin saberlo

Vistas panorámicas de la ciudad de Madrid.
Vistas panorámicas de la ciudad de Madrid.Alberto R. RoldánLa Razón

Resulta que vivo en un agujero negro y no me había enterado. Reconozco que tal descubrimiento se lo debo a dos inminentes astrofísicas podemitas: Pilar Lima, coordinadora de Podemos en Valencia, y Esther Sanz, su jefa de Prensa. Nada más llegar a Madrid decidieron colgar en Twitter una alegre, amable y desenfadada foto en la que Pilar hacía unos cuernos y Esther, una peineta, todo con la estación de Atocha como fondo. Comprendo que dediquen cuernos y peinetas a la presidenta de Madrid: así lo exige el catecismo de toda podemita que aterrice en la capital de España. El texto decía: «Acabamos de llegar al agujero negro de Díaz Ayuso». Un escalofrío. El mismo, me imagino, que habrá sentido la presi madrileña al enterarse de que vive en un agujero negro con epicentro en Génova, parece. Seguro que MAR lo sabía: quizá guardaba silencio para no desatar el pánico, a la espera de comprobar qué estrellas decide absorber el agujero negro después de las elecciones castellanoleonesas.

Pilar y Esther han aparecido desde el Lado Luminoso de la Galaxia, cual jedis nobles y justicieras, para alertarnos de que derrotamos hacia el Lado Oscuro, próximo a la galaxia Vox. Lo ha visto también el líder de su comunidad, Ximo Puig, quien en su metaverso de «Star Wars» observa cómo el agujero negro madrileño absorbe sin piedad a las estrellas circundantes merced a su política liberal de bajadas de impuestos, las cañas y los pinchos de tortilla. Menos mal que las podemitas acudieron prestas a alertarnos de que nuestro centralismo succionador, radioactivo y fachoso desequilibra la Vía Láctea Yolanda y les da mucho por el mismísimo agujero morado. Ay, Madrid: ¿degeneraremos hasta convertirnos en agujero de gusano?