Nada con sifón
Se lleva mucho la oreja vendada
La oreja vendada se lleva más que la oreja a la plancha.
La oreja vendada se lleva más que la oreja a la plancha. Es el último grito que nos llega desde la pasarela republicana de Estados Unidos. Con la rozadura de la bala, a Donald Trump le vino Dios a ver. Lo dice él: «Había sangre por todas partes, pero me sentía seguro. Dios estaba a mi lado». Dios vive allí un verano muy agitado. Joe Biden confesó ante la angustia de los demócratas: «Solo el Todopoderoso puede hacer que tire la toalla». Parece que Dios decidió escuchar los lamentos desesperados de los demócratas y ya le ha indicado a Biden que la tire. Así, los demócratas se han quitado un peso de encima y Dios también, porque guiar a un hombre en esas circunstancias no era tarea fácil. Ahora a ver si Kamala no le sale mala.
No lo reconocerán nunca, pero muchos políticos, y no necesariamente de la extrema derecha, envidian la oreja vendada de Trump: héroe al instante y foto gloriosa (la cabeza ensangrentada, el puño levantado que ni Carlos Alcaraz) que pasará a la historia. Victoria garantizada en las elecciones, dicen. Oreja, vuelta al ruedo y salida a hombros por la puerta grande. Aquí, cuentan que el presi reflexiona sobre si le conviene apuntarse al nuevo estilismo de la oreja vendada, mayormente para no oír los abucheos cuando se asoma a la calle. Isabel Díaz Ayuso, viendo el alarde de seguridad alrededor de la Bego cuando viaja blindada a la Plaza de Castilla, clama: «Así Él demuestra quién manda y quién es la verdad absoluta». Se ve que lee a Nietzsche, que dijo: «El poder crea la verdad». Aunque también, señaló, la «moral de esclavos» y la «mentalidad de rebaño».
El Apolo de la Moncloa no tiene nada contra la «Crítica de la razón pura» de Kant, siempre que Kant no critique a su Bego, claro.
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