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Gastronomía

Ronda de bares: Galaxia-Cocina Pepehillo: Badajoz en órbita

La carta brilla con clásicos de la casa: su afamado lomo doblado, la tortilla de ibéricos o la merluza a la sevillana

Galaxia-Cocina Pepehillo Cedida

En el olimpo de las diez mejores barras de España hay que reservar plaza para el recientemente reformado Galaxia-Cocina Pepehillo. A los mandos está José María, segunda generación, que ha llevado este local a consolidarse como referencia absoluta en la provincia de Badajoz. Aquí, estar y dejarse ver es religión, en un espacio que simula el interior de un cohete espacial… pero con toques taurinos en cada escotilla. Una mezcla que parece imposible hasta que uno la vive.

El ingenio ha sido combinar la pasión por las estrellas y la era de los viajes siderales con la iconografía torera en blanco y negro, logrando un universo propio. Y en esa barra monumental se sirve lo mejor de la tierra y un surtido de mariscos y pescados que, por seguir con el tópico taurino, aquí más que justificado, no se los salta un torero.

Hay que ser iluminado para lograr este maridaje de estética y producto. Y Pepehillo lo es. La carta brilla con clásicos de la casa: su afamado lomo doblado, la tortilla de ibéricos o la merluza a la sevillana. Todo con materia prima de bandera y punto de cocina afinado. El marisco que aquí se ofrece podría competir sin despeinarse con el de las mejores lonjas atlánticas.

Aquí, la gloria no es solo gastronómica: está en el arte y el desparpajo que tiene la clientela.

En esta barra, además de comer y beber, se conversa. Siempre hay algún trajinante dispuesto a pegar la hebra: mi compadre Miguel Losada, algún bodeguero de paso, el tratante con chaqueta de domingo o el buscón bien arreglado, que en estas tierras también son parte del paisaje. Porque aquí, la gloria no es solo gastronómica: está en el arte y el desparpajo que tiene la clientela.

Galaxia-Cocina Pepehillo no es solo un bar, es un espectáculo orbital con raíces bien ancladas en Badajoz. Un lugar donde el compás de la barra, el aroma del guiso y la conversación alegre componen una coreografía que hace que uno quiera volver… incluso antes de irse.