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Sofía Mazagatos vs. Mar Flores

La Razón
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Parece que fue ayer y andamos metidos en el túnel del tiempo. Esto se asemeja a una Pascua florida. Es tiempo de resurrecciones y muchos recuerdan a Berlanga ante la ridícula boda jerezana de Víctor Janeiro y la Trapote, que tiene desplantes de gran dama del periodismo, aunque lo mejor de su carrera lo hizo –¿hace?– con Álvaro Luis. El enlace provoca carcajadas no sólo ante la indumentaria femenina, penalizada o para despiece como los toros en el desolladero. Pareció disparatada la pretensión de los contrayentes de prohibir vía comunicado que ningún medio comentara con detalle las peripecias de boda bajo el sol que pegaba fuerte. Dará de que hablar y traerá más cola que el modelo casamentero, porque no es de recibo y, encima, los compradores de la exclusiva les consienten la difusión de los impedimentos. Va contra la libertad de prensa y no se había visto nada similar ni siquiera en otras matrimoniadoras de más fuste y responsabilidad. Temían que les rompieran la exclusiva y con ello la inyección económica, que parece vital para sobrevivir como pareja, porque el hermano de Jesulín nunca emulará sus buenos tiempos toreros. Lo hace mejor en concursos y platós televisivos y gracias a ser entrevistado tras uno se prendó de Beatriz, que casi lo acorraló. Cuentan que, al ver lo filmado en permanente acoso al torerito, Trapote fue despedida de la productora donde prestaba servicio. Se arriesgó, puso carne y corazón en la faena y le salió bien porque, aparte de lo censurable de esta postura, la chica es mona, aparatosa y lo hace bien.

Nadie entendió lo que pareció desprecio protocolario a los papás Campanario. Son muy actuales vía presencia en las pantallas tras ver cómo Remedios Torres era expulsada del plató de «Sálvame Deluxe» por un Jorge Javier Vázquez indignado con ella por faltona, atrevida e irrespetuosa.

Bien diferente fue la calidez emanada el último fin de semana por Lola Herrera contando cosas de su vida, buen recuerdo de lo expuesto en su libro «Me quedo lo mejor». Su hija, Natalia, hoy presenta su primer disco de jazz y la familia está de enhorabuena, aunque no es nueva en eso y tiene dados tantos conciertos como teatros interpretados. Hay expectación por verla y oírla tras recrear hace tres temporadas a Judy Garland. Ahí se consagró musicalmente y hoy seguramente levantará de los asientos, igual que Sofía Mazagatos lo hizo, exhibiendo dignidad y cierto señorío, apuntándose al «caso Mar Flores» y sus comentadas declaraciones a «Vanity Fair», que han resucitado todos los muchos y amorosos fantasmas de su pasado. Aunque cualquier parecido con Sofía Du Barry es pura coincidencia. Alejada del bullicio voluntariamente, resucitó ya sin pifias como el «candelabro», nada le preguntaron si tuvo o no con Anthony Quinn cuando hicieron el spot de las burbujas, y Chelo García Cortés mediaba y dejó claro que la agencia de modelos montada por ella y Mar Flores la subvencionó Fernández Tapias en aquel aciago momento del engaño sentimental tras el que conoció a Nuria González, hoy su abnegada esposa. Entonces le sirvió como inmediato paño de lágrimas y hoy es sostén y solaz del empresario vigués tan adicto al Real Madrid.