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Jonan Wiergo, de "Supervivientes" a vender lubricantes eróticos

El «reality» ha sido para él una lección de vida, tras el paso por el concurso, no descarta volver a televisión

Jonan Wiergo, de "Supervivientes"
Jonan Wiergo, de "Supervivientes"Gtres

Será por piropos. Ni los doce kilos que ha perdido el influencer y empresario Jonan Wiergo en Honduras han hecho mella en esas hechuras de adonis que admiran sus seguidores. Hasta Gabriel Rufián quedó prendado hace algo más de un año cuando le entrevistó para su canal de YouTube: «Es el hombre más guapo del mundo», publicó. «Será que estar feliz hace que se me vea más guapo», respondía él cuando le preguntó este periódico. Por la belleza del rostro, apolínea, armónica y serena, incitaría más a llevarle a un lugar amable y bucólico, lleno de seres exóticos, que a la azarosa isla de «Supervivientes», donde nunca se sabe qué trae la marea.

Recibe a LA RAZÓN aún con el sobresalto de volver a la civilización y tener que recuperar la noción del tiempo y de las cosas, pero convencido de que jamás habría aceptado una versión edulcorada. Meditó para no enloquecer y lograr sobrevivir física y emocionalmente. Ahora trata de recuperar masa muscular y dar de nuevo forma a ese cuerpo que él define en su cuenta de Instagram como «un algodoncito»- La experiencia le ha enseñado que hay vientos que azotan más fuerte que los de Honduras. Precisamente la dureza del «reality» fue lo que hizo más bonito el camino. «Menuda locura», dice. De vuelta a la civilización y después de cuatro meses sobreviviendo como un náufrago, necesita su tiempo para poner en orden tanta información, triturar lo vivido, ser realmente consciente de esa desconexión y regodearse con todo lo que está pasando. «El proceso es raro. Lo más complicado es el alud de información que me llega de golpe. Estoy en shock, pero ver tantísimo cariño de la gente y tantas palabras bonitas, incluso de quien no conocía de nada, me hace llevarlo mejor», afirma.

Su mayor shock

Puede que para la audiencia el tiempo haya transcurrido fugaz, pero ahora que está reconsiderando esta etapa, ve que han ocurrido cosas extraordinarias y se ha llevado varias sorpresas, algunas muy gratas. «El choque más heavy -asegura feliz- ha sido ver que mis amigas Dulceida y Alba vuelven a estar juntas». Admite que la falta de contacto con su gente ha sido lo más duro. Y también el silencio de la noche. Más que el estómago vacío, le dolía ver pasar la luna tirado en la esterilla sin una canción favorita para escuchar o recordar. «El programa -reconoce- me ha hecho crecer. Me doy cuenta y le doy mucho más valor a toda esa gente que quiero. También me ha permitido valorar qué es necesario y qué no». Vuelve con la mente bien tonificada y con recuerdos tan indelebles como la tinta de los tatuajes que le cubren. «A partir de ahora, muchas de las cosas que me pasen tendrán menos importancia de la que yo le daba. La gran lección de esta experiencia es que tu entorno tiene que estar bien y sano». Precisamente su reto cuando le propusieron concursar fue desafiarse a sí mismo, «comprobar si sería capaz de llegar». Y aceptó sabiendo que se pondría al límite y que se mantendría fiel a una supervivencia vegana o vegetariana.

Fue su reto más complicado y le ha sorprendido descubrir hasta dónde puede llegar una persona en condiciones extremas. «Lo más fuerte es justamente eso. Ver cómo sacas garras y cómo te comportas en situaciones que nunca antes habías vivido. Yo me he mantenido con muy buen humor durante todo el concurso, pero han sido muchas horas de meditación», confiesa. ¿Lo peor del concurso? No lo duda: «haber compartido la experiencia con personas muy individualistas y cero empáticas». Tuvo momentos de fragilidad que le provocaron el deseo de regreso anticipado a casa. El apoyo que recibió de fuera, sobre todo de su novio, Christian, o su afán de superación llevado al extremo le hicieron rectificar. Eso sí, «me gustaría volver a hacer televisión, pero en otro formato». Mientras le llega la oportunidad, ha lanzado, junto a dos socios, Yummy, una línea de lubricantes que compaginará con su restaurante vegano. Es un negocio en el que se ha involucrado de lleno en el proceso de creación y fabricación. «Era algo que teníamos en mente. Queríamos lubricantes a base de agua nada pegajosos ni empalagosos. Creo que hemos conseguido un producto de diez». No descarta ampliar el negocio con otros productos eróticos.