«Hijos de la medianoche»: Marcados al nacer

Algunos maldicentes dicen que lo mejor que le sucedió a Salman Rushdie fue publicar «Los versos satánicos» (1988) y que el salvaje Jomeini pusiera precio a su cabeza, porque no hizo sino engrandecer la fama del autor como novelista. Y los ceros de los abultados contratos. Pero me parecen demasiados suspicaces. Lo cierto es que ocho años antes ya había escrito «Hijos de la medianoche», una novela río con la que obtuvo el premio Booker que arranca en 1947, cuando la India se independiza de Gran Bretaña en una clínica de Bombay nacen dos bebés, uno de procedencia rica, el otro pobre, que son intercambiados por una comadrona. Un acto extraño y cruel, pero, cree ella, de justicia social. Impecablemente ambientada, la larguísima película (alguien debió advertir a la directora del peligro que corre un filme de tamaña duración) que adapta aquella obra analiza la convulsa historia reciénte del país salpicada de elementos mágicos (hay críticos que comparan a Rushdie con García Márquez, bueno) que a veces pueden «sacar» al espectador de la película a través de estos dos personajes, parece que abocados al enfrentamiento y la insatisfacción, mientras, alrededor suya, la realidad va paulatinamente transformándose. Para bien y para mal, como sucede siempre.