El Cairo

Mubarak elige la fuerza

La Policía carga brutalmente contra los miles de egipcios que desafían la prohibición del régimen a manifestarse. Al menos dos muertos durante los enfrentamientos

Las Fuerzas de Seguridad egipcias han cargado con violencia contra los manifestantes y han arrestado a cientos de personas arbitrariamente, mientras el régimen del presidente Hosni Mubarak se mantiene en silencio ante las mayores protestas de su «reinado» de 30 años.

Después de que el Gobierno permitiera la celebración del Día de la Rabia el martes, no ha dejado que se repitiera ayer miércoles, cuando miles de egipcios se disponían a volver a salir a la calle para pedir la marcha de Mubarak, el cual no parece dispuesto a dejarse vencer por la presión popular, como el presidente tunecino Zin Al Abidin Ben Ali. Por segundo día consecutivo, las Fuerzas de Seguridad tomaron El Cairo, pero en mayor número y con evidentes disposiciones de cargar contra los manifestantes y de arrestar a todo sospechoso, a diferencia del día anterior, cuando los antidisturbios habían mantenido una actitud más permisiva y pacífica. El Gobierno advirtió desde primera hora de la mañana de que no permitiría manifestaciones multitudinarias, como las del martes, que llegaron a sumar hasta 50.000 personas.

Al cierre de esta edición, Efe confirmó las muertes de un manifestante y un policía por los enfrentamientos registrados en un barrio céntrico de El Cairo, elevando a seis el número de fallecidos.

El régimen soltó ayer a su conocida y cruel Policía secreta, cuyos agentes se podían contar por decenas en cada esquina de la capital egipcia, que a lo largo del día habría arrestado a centenares de personas. Según el abogado proderechos humanos Jaled Ali, del centro Hisham Mubarak, que está prestando asistencia legal a los detenidos, desde que empezaron las protestas, las Fuerzas de Seguridad habrían detenido a más de mil personas, muchas de ellas aún sin identificar, pero cuya desaparición ha sido denunciada por sus familiares.

Sin embargo, el ambiente de terror policial no consiguió detener a los jóvenes egipcios, que volvieron a manifestarse aunque en menor número, pero con más determinación y ya sin miedo. Incluso una mujer embarazada que gritaba delante del cordón policial, aseguró a LA RAZÓN que no temía nada ni a nadie.

«El Día de la Rabia ha servido para romper esa barrera psicológica», explica un activista de «Seis de Abril», uno de los movimientos que están organizando las protestas. «Ahora la gente sabe que puede salir a la calle y pedir a gritos el fin de Mubarak», explica, «y esto marcará un antes y un después en Egipto». Quizás por ello el régimen árabe esté cada vez más nervioso y haya decidido cambiar su estrategia inicial más conciliadora y prudente, y volver al puño de hierro. El todopoderoso y omnipresente Ministerio del Interior se ha visto sobrepasado por la fuerza de las redes sociales y por ello censuró Twitter e intenta hacer lo mismo con Facebook, mientras boicotea los servidores de internet y móvil.

Al caer la noche se fueron conociendo más y más denuncias de redadas, desaparecidos y maltrato por parte de los guardianes del régimen, y de nuevo relatos de violencia en Suez, donde se prendió fuego a edificios gubernamentales.


Peligra la dinastía egipcia en el poder
Es poco probable que una revolución al estilo de Túnez tenga lugar en Egipto, pero las actuales protestas conllevarán sin duda cambios y podrían decidir el futuro del país. Después de esta muestra de rabia popular, el presidente Mubarak se lo pensará dos veces antes de volver a presentarse a las elecciones que se celebrarán el próximo otoño, y puede que tampoco lo haga su hijo Gamal, cuya sucesión hereditaria podría encolerizar a todos aquellos que actualmente gritan en las calles por el fin del régimen. Pero por el momento tampoco la oposición es lo suficientemente fuerte para liderar el cambio, ni siquiera Mohamed Al Baradei, que guarda silencio y aún no ha llegado a Egipto desde Europa.