Francia
El rapto de Europa
La baronesa Ashton es agua sobre café descafeinado. Sin experiencia, sin ambiciones. Cualquiera en su lugar habría dimitido ya
Desde que, hace once días, se desató la protesta en Egipto, el hasta ahora amigo Mubarak ha cortado internet, teléfonos, carreteras, ferrocarriles, ha perseguido a periodistas y a ONG internacionales y ha desatado una represión sin precedentes contra el pueblo egipcio por el único delito de clamar, pacíficamente, libertad. ¿Dónde ha estado, en todo este tiempo la Vieja Europa? ¿Raptada como en la mitología griega? ¿Dónde ha estado la posición común? Hasta ayer, los 27 no pusieron voz a la represión abierta por el «rais» en Egipto, sólo lo habían hecho, también tardíamente, los principales líderes europeos, como representantes de sus propios países. Europa, pobre Europa, la madre de la liberté, la égalité y la fraternité, de los derechos humanos, la justicia, la política, de las leyes, las Ilustraciones, las revoluciones, de los siglos de oro... incapaz hasta ayer de haber debatido el conflicto sanguinario que se ha abierto en su patio trasero, incapaz incluso de hacer aparecer a su invisible Alta Representante de la Unión, Catherine Ashton, hibernada como un oso amodorrado durante los meses fríos.
Con una crisis como la actual a las puertas de Europa, Javier Solana habría recorrido Oriente Próximo y el Magreb, las cancillerías europeas y la americana, y habría hablado con los quince miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que la ONU no se quedara, como ha sucedido, al margen de este terrible conflicto.
El proyecto constitucional previo al Tratado de Lisboa ambicionaba la creación de la figura de «ministro de Asuntos Exteriores de la Unión», una ancha aspiración que se quedó en el zurrón con la designación de la baronesa Ashton como «Alta Representante», agua sobre café descafeinado, sin experiencia, sin ambiciones y sin conocimientos. Cualquiera en su lugar habría dimitido ya, hace tiempo.
Pero ahí sigue ella, llamando en nombre de los europeos al diálogo entre el represor Mubarak y la multitud masacrada. Nadie en su sano juicio hace un planteamiento semejante, cuando Mubarak ha decidido hacer la guerra por su cuenta. Hasta la Eurocámara se desmarcó el jueves de su Alta Representante, describiéndola como un inaudible segundo violín.
El tren de la Historia vuelve a coger a Europa con el pie cambiado. Es obvio que si no apoyamos al pueblo egipcio, el pueblo árabe volverá a mirar para otro lado. Que si Europa aspira a ser relevante globalmente debemos empezar por ser relevantes al menos entre la vecindad. Y lo hemos hecho, pero fue ayer, tardíamente. Pobre Europa, raptada como en su origen, ahora por su propio ensimismamiento. Los tres tenores, Alemania, Francia y el Reino Unido, así lo han querido. Aunque luego ellos hagan a los otros socios exigentes peticiones de compromiso común. Ellos, sí, los tres grandes, que sólo tienen voz común cuando se trata de contar euros.
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