Fútbol
Sobreponerse a Mourinho (0-1)
El Madrid gana in extremis al sobreexcitado Sporting. Higuaín logra 3 puntos donde sólo había mala leche
Mourinho volvió a excederse con el verbo, escarbó en la herida allí donde en 1979 nació el iracundo «así, así, así gana el Madrid» y, además de la furiosa respuesta de Preciado, y la solidaria de Pochettino, Lotina y Garrido con el compañero español, encontró un campo de minas donde antes de hablar sólo había césped. Desató tal virulencia en El Molinón que durante 82 minutos su Goliat fue frenado en seco por David, hasta que Benzema remató de cabeza, despejó con apuros Juan Pablo e Higuaín conquistó tres puntos donde sólo había mala leche.
Como los partidos no son textuales sino subjetivos en su interpretación, prescindamos también de las declaraciones literales. En los albores de la temporada, Mourinho dijo que Preciado regaló el partido al Barça (terminó 1-0 y los azulgrana sudaron tinta para ganar). Manolo (Preciado) lo olvidó. A las puertas del Sporting-Real Madrid, «Mou» sacó otra vez la lengua a pasear, lo recordó y provocó una de esas estampidas de imprevisibles consecuencias y, sobre todo, inoportunas. Respuesta inmediata: «¿Quién coño es este tío?», «canalla», «mal compañero», «el Sporting jugará al trescientos por cien, cañón». Tal cual. En los primeros seis minutos, mientras el público no paraba de entonar el «así, así...», Cristiano Ronaldo recibió tres faltas. El Gijón metió la sexta y la pierna, el líder no se arredró y en cada lance la olla amenazaba con una explosión. «Mou», entre tanto, tras los cristales, en un palco; Karanka, en el banquillo, y sobre el césped, una nube de gladiadores. Todos, los 22, querían ganar.
Era tal la velocidad, tanta la intensidad, que el balón iba de un campo a otro sin dueño, y las imprecisiones en la entrega, compartidas. El Sporting se reventaba para no dejar jugar y para llegar hasta Casillas –una vez, y no tiró, en los primeros 35 minutos–; Higuaín ya había disparado al poste y facilitado a Di María una ocasión de gol. El líder no daba su verdadera talla porque no podía; pero confiaba en que con el paso de los minutos la brutal presión sportinguista remitiera, o aflorara su calidad. Tendrían que cansarse. A falta de argumentos creativos, era una solución, a la larga.
Con tres rojiblancos a por la pelota, jugadores como Xabi Alonso, Di María, Ronaldo y Özil descendieron un escalón y Marcelo y Sergio Ramos no cruzaron al terreno contrario. No había forma de combinar, de dominar el partido, un avispero azuzado por un público que en el rival no veía sino al enemigo más odiado, papel que Mourinho, no Preciado, delegó en sus hombres.
Novo, Carmelo, Castro, Rivera o Sangoy no son tan virtuosos en el manejo del balón como los madridistas, pero corren como demonios y suplen con una entrega «del trescientos por cien» otras carencias. Así, con sacrificio, agonía y una guerra sin cuartel, intentan evitar disgustos a su portero –fabuloso al despejar un zurdazo de Di María, min 49, y un derechazo de Higuaín, min 68–, aunque a Casillas no lo vean ni en los videomarcadores.
Ante el atasco, y que podía repetirse el 0-0 del curso anterior, «Karanka» cambió a Benzema por Di María; veía que el Sporting se partía por la mitad. Pero el mayor riesgo del Madrid nacía en su retaguardia, donde mora Pepe, convertido de un tiempo a esta parte en mameluco. Protagoniza acciones tan feas como innecesarias, impropias de un jugador del Real Madrid. Así es él, incorregible, y así es Benzema, incapaz de hacer una jugada durante 90 minutos, cuando es titular, y una pesadilla para el contrario cuando sale de refresco.
Paradón de Casillas
Había perdonado Sangoy, antes de ser sustituido por Barral, porque llegó muerto, e Higuaín, en el ocaso del partido, respondió al oportuno cabezazo de Benzema, que despejó como pudo Juan Pablo, con el remate ganador. Aún le quedaba oxígeno para pensar y para buscar la mejor posición. La encontró y dio, con ayuda de Casillas (paradón en el 83), tres puntos de oro al Madrid, líder, en un escenario que su entrenador preparó para otras tempestades. No embarrancó de chiripa.
Preciado y «Mou», sigue la guerra
Manolo Preciado admitió tras el partido que debió hacer «de otra forma» las declaraciones en las que llamó «canalla» a Mourinho, pero afirmó que no se arrepiente «del fondo» de lo que dijo. Parecía que el conflicto entre ambos entrenadores había quedado ahí, pero el propio Preciado desveló en la Cadena Cope que la «guerra» había seguido en el aparcamiento de El Molinón. Según el preparador cántabro, uno de los ayudantes de «Mou», Rui Faría, se bajó del autobús para encararse con él y decirle a la cara la siguiente frase: «A Segunda, a Segunda». Mientras, subido al vehículo, Mourinho hacía un gesto levantando los dedos índice y corazón de la mano. Todo esto sucedió según la versión explicada por Preciado, que no supo precisar si el gesto del entrenador del Madrid significaba victoria o el deseo de que los asturianos desciendan de categoría.
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