Túnez
Crisis fotovoltaica
España es una potencia mundial en producción de energías renovables, especialmente en materia solar y eólica. Un país como el nuestro, carente de programas de producción energértica y absolutamente dependiente de los hidrocarburos, bien le vendría, aunque solo sea por pensar en el futuro, disponer de alternativas que nos hicieran menos dependientes del exterior. Eso es lo que defendieron los socialistas en las dos últimas legislaturas, y eso es lo que han demandado históricamente todas las organizaciones ecologistas y medioambientalistas desde el «Nuclear no, gracias». España, y especialmente algunos territorios adecuados para esas producciones de energías limpias, es lo que han hecho hasta que el gobierno con Zapatero a la cabeza, de la noche a la mañana decidiera poner fin o negociar mal el uso de estas energías. El sureste español, junto a Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana, encabezaron esas políticas de aprovechamiento fotovoltaico, y en ello, invirtieron más de 20.000 familias de la Región, que ahora, con el recorte a la producción se ven directamente abocadas a la ruina. Los socialistas de Murcia apoyaron en el Congreso ese recorte, y, como mínimo, deberían explicar ahora a la Región por qué lo hicieron. No se puede cambiar las reglas de juego a mitad de la partida. No se puede jugar al parchis y a mitad de partida decir que ahora se juega con normas de ajedrez. Eso es la inseguridad, que es a lo que nos lleva Zapatero una y otra vez. Eso ya ocurrió con los inversores españoles en Túnez, donde invirtieron grandes fortunas, que al no poder garantizarlas tuvieron que salir por piernas. Este país a roto su credibilidad dentro y fuera de nuestras fronteras y eso tiene grandes costes, presentes y futuros. Murcia ya no puede ser castigada de tal modo. También los nacionalistas deberán explicar a los catalanes por qué antes sí y ahora no, y que es lo que se les da por debajo de la mesa para que antes fuera sí y ahora no. Que lo digan, para que se ponga cara a los culpables de todo este desaguisado y se nos vaya la cara de bobo que se nos ha quedado con este Gobierno genuflexo y rendido a intereses que nadie, ni siquiera muchos de sus votantes, aciertan a entender.
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