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La puerta grande se empequeñece

- Valencia. Última de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de El Capea con los hierros de San Mateo, San Pelayo y Carmen Lorenzo, desiguales y terciados de presentación. Con el fondo justo, manejables, pero de poca transmisión. Destacó la calidad del 2º. Tres cuartos de entrada.- Enrique Ponce, de grana y oro, pinchazo, estocada (silencio); aviso, estocada caída (oreja).- El Cid, de tabaco y oro, estocada trasera, aviso (oreja); estocada (oreja).- Daniel Luque, de blanco y oro, estocada, aviso, descabello (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

La puerta grande se empequeñece
La puerta grande se empequeñecelarazon

Iván Fandiño había dejado huella 24 horas después. Y durará. Casi a la misma hora y en el mismo sitio salía a hombros El Cid por la Puerta Grande de Valencia. El día grande, el de San José, con una entrada pobre para lo que es la gran festividad valenciana. Tres cuartos en el fin de fiesta, la noche de la «cremá». A hombros salió El Cid después de cortar una y una. Toreó bonito a su primero, que era almíbar. Nobleza, la casta justa y sin plantearse molestar a su antagonista. Una dulzura con clase. Con éstas, El Cid sacó varias tandas de naturales interesantes, apurando la nobleza del toro. Por cierto, una corrida muy terciada de El Capea, con tres hierros, que nada tenía que ver con lo que había pasado por Fallas otras tardes, sin ir más lejos la anterior. El Cid le había cogido el aire por ese pitón y gustó al cerrar los pases con largos de pecho. Los muletazos tuvieron buen son y temple. Cobró la espada y el premio. Hasta ahí pudimos leer. La vulgaridad presidió la labor del quinto de principio a fin. Hubo una tanda, quiero recordar, la primera, de ligados derechazos basada en el toreo fundamental. El de siempre. Otra cosa vino después. Circulares por uno y otro pitón, desplantes, desplantes de rodilla, toreo con una de ellas en tierra... Y ya en ese laberinto de espectáculo hasta el desplante del teléfono. Aquello respiraba teatralidad, parecía un simulacro de lo que habíamos deleitado el día anterior. Esa lección de honestidad y pureza que sigue dando sentido al toreo en pleno siglo XXI. Arrebato al hundir la espada y una oreja más que le abrió la puerta grande.

Enrique Ponce cortó un trofeo del cuarto, más encastado e informal, que se dejó hacer en una muleta que quería el premio. Y lo encontró en una faena ligera, como el toro, pero buscada. A Roberto Soldado, el «9» de la Selección Española, le brindó el primero de la tarde. El toro tenía tanta nobleza como poco fuelle, así que las migajas le quedaron a Ponce para torear.

Daniel Luque se las vio con un sexto, aplomado, agotado, que embistió con tantas reservas que cada vez que lo hacía se convertía en noticia. Luque se empeñó. Se alargó. Ni decir el frío cómo había calado a estas alturas, después de dos horas y media de festejo. Con el tercero, toro noble e insípido, se pegó un arrimón, pero la fiesta estaba en otra calle. La de Xátiva tomamos cuando rodó el sexto y de reojo íbamos dejando la puerta grande a la espalda. La de Fandiño había sido mágica. Ése día sí sentimos el toreo desde las entrañas.


Cartagena, de nuevo lesionado
Tras su importante vuelta en Castellón, Andy Cartagena volvió a lesionarse ayer en Valencia. Una caída en el saludo a su primera res le ha provocado una «fisura en la cabeza del radio derecho». Matinal de rejones. Reses de Fermín Bohórquez, bien presentadas y de muy buen juego. Andy Cartagena, oreja; Diego Ventura, ovación, dos orejas y oreja con petición de otra; Joao Moura, ovación y oreja. Tres cuartos de entrada.