Cosas de familia

Después de una fallida excursión a las afueras del cine europeo de «qualité» («El infierno» y «Triage» se bastan y sobran para hundir una carrera emergente), Danis Tanovic se ha dado cuenta de que no hay como volver a casa para recuperar el brío perdido. «Cirkus Columbia» empieza con el regreso a la patria de Ditko, que quiere recuperar su casa en un pueblo bosnio después de veinte años en Alemania. Eso implica el desahucio de su exesposa y su hijo, que acabará enamorándose de la mujer que ha acompañado a Ditko, la que podría convertirse en su madrastra. En las escenas entre el joven Martin y la descocada y solitaria Tasha se masca la tensión sexual, y son, de lejos, lo mejor de esta humilde película.

No es casual que la historia se sitúe en los inicios de la guerra de los Balcanes, porque aspira a reflejar la dinámica de rencillas étnicas y religiosas del conflicto en el contexto de una familia que se rompió en tiempos de la dictadura comunista de Tito. Son tiempos en los que tu mejor amigo puede denunciarte para formar parte del ejército, o tu vecino de siempre puede amenazarte de muerte. Tanovic, que ya explotó los dilemas morales en «En tierra de nadie», cultiva aquí una suerte de costumbrismo alegórico. Prefiere poner los pies en la tierra, olvidarse de las grandes palabras y centrarse en el drama cotidiano. Está a punto de parecerse a una película de Kusturica, pero sin su tendencia a la fanfarria ni su sentido épico de las cosas. Sólo en la imagen final –una atracción de feria con las bombas como telón de fondo– se atreve con la alegoría poética.

Lo mejor:
el dilatado flirteo entre el joven Martin y la que será su futura madrastra
Lo peor:
ya va siendo hora de que Tanovic cierre el capítulo de la guerra de los Balcanes