Londres

Más plata para Mireia

La catalana logra su segunda medalla en los 800 libres. Muy inteligente, fue de menos a más hasta ser segunda. Es el tercer metal español

La nadadora española, Mireia Belmonte, tras ganar la medalla de plata en los 800 metros libres
La nadadora española, Mireia Belmonte, tras ganar la medalla de plata en los 800 metros libreslarazon

LONDRES- Abran paso a la nueva Mireia Belmonte, la mujer liberada que dejó atrás sus miedos para convertirse en doble subcampeona olímpica, la que gritó que la presión nunca más podría con ella. Quizá las rivales lo hagan, pero eso es el deporte. Los Juegos de Londres, que no empezaron bien para la sirena española, han terminado de forma inmejorable para ella. Se planteó un trabajo para supermujeres, participar en cinco pruebas individuales y una de relevos, y en dos de ellas conquistó la medalla de plata. Las chicas vuelven a ser protagonistas en el ecuador de los Juegos. Todos los metales nacionales les pertenecen, y dos de ellos los acumula Mireia.

La prueba de los 800 libres es la que tenía marcada la catalana como la más probable, aunque había un hándicap: «Tendré que superar mi mejor marca en tres o cuatro segundos», comentó. Dicho y hecho, un análisis acertadísimo, como la forma en que planteó la carrera. El día anterior no tenía clara la estrategia general, pero sí la forma de afrontar los ocho hectómetros. Aguantar primero, que no se fueran lejos las rivales. Remontar después y morir al final para intentar regresar al podio. El triunfo en los 200 mariposa también fue un aliciente. No sé está mal ahí arriba y Belmonte quería repetir.

La estadounidense Ledecky, la británica Adlington y la danesa Friis fueron las que más rápido salieron. Los 800 metros son una prueba muy larga y medir los esfuerzos para llegar al final con el último gramo de sudor es fundamental. La primera parte de la prueba fue de ellas, con una sombra detrás que no perdía el ritmo. Justo como había descrito. Quinta en los seis primeros toques de pared, sin ponerse nerviosa, guardando un poco de aliento. Llegó el momento de la segunda parte del plan y mientras ella iba hacia arriba, varias de sus rivales se venían abajo. Sólo Ledecky mantuvo su ritmo infernal. Por eso terminó la prueba muy cerca del récord del mundo. Pero el resto empezó a ser presa de la fiera española, que, a falta de 200 metros, ya iba cuarta y tenía a tiro a la tercera y a la segunda. Mientras ella avanzaba, sus oponentes parecían estancadas, como si un remolino les impidiera ir hacia adelante. La dura Adlington, que en los pasados Juegos de Pekín logró el récord del mundo que mantiene, no parecía una presa fácil, pero también cayó, y un poco antes de los esperado.

Quedaban dos toques de pared, un giro, y después de la paliza en el cuerpo de esta exigente prueba sólo se puede hacer una cosa: tirar hasta la extenuación, quien pueda. Friis, por ejemplo, fue de más a menos. La primera en el primer toque de pared, fuera del podio al final. Mal calculado. Se ahogó. Mireia no cometió ese error y llegó con fuerzas suficientes para aguantar esa segunda plaza que había conquistado brazada a brazada. Llegó a la meta y el reloj marcaba 8:18.76, un bocado suculento de cuatro segundos a su anterior registro.

Cuando se vio con otra medalla al cuello, la catalana se apoyó en la corchera y miró al cielo. No era un sueño. Quiso recrearse y fue la última que abandonó la piscina. Sus ojos azules y su sonrisa volvieron a lucir en el segundo peldaño. Su trabajo ha terminado con éxito. Se va de Londres con dos metales (el de ayer, el sexto en la historia de la natación española) y ha demostrado a los nadadores nacionales que pueden ser tan buenos como el resto.


«Es una pasada»
Mireia Belmonte no termina de acostumbrarse a ser subcampeona olímpica. Ayer lo logró por segunda vez, y de nuevo se quedó sin palabras. Esta vez era por dos motivos: por la emoción y por el esfuerzo. «Estoy en una nube, pero también muy cansada», confirmó la nadadora catalana, que ayer disputó su última prueba en Londres y dio su segunda vuelta de honor. La bandera de España posó al lado de la de la ganadora, Estados Unidos, mientras Mireia no paraba de sonreír, de saludar al público y de enseñar la medalla. «He estado muy cómoda al principio y no quería arriesgar mucho. No sabía si iba tercera o cuarta, pero ha sido una pasada», analizó después. «No me creo nada, parece que los Juegos acaban de empezar», añadió. Para ella han terminado ya. Y con éxito.