Gerona
Día de furia por un talón sin fondos
Un hombre mata a sus jefes y a dos empleados de banca por no poder cobrar el finiquito de su despido
Fue una mañana de furia y venganza en Olot. Pere Puig, cazador y albañil de 57 años, se tomó ayer la justicia por su mano y, en dos episodios, mató a tiros a cuatro personas. Primero, las víctimas fueron el propietario de la constructora Tubert, Joan Tubert, de 62 años, y su hijo Ángel, de 35. Muy poco después, perdieron la vida dos trabajadores de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, Rafael Turró, de 46, y Anna Pujol, de 56. Todos murieron en el acto.
Olot quedó consternado. Pocos días después de destaparse la historia de Joan Vila, el hombre que presuntamente asesinó a once ancianos de la residencia La Caritat, la localidad vivió ayer otra mañana sangrienta. «Nos costará mucho recuperarnos», dijo la propietaria del bar Mercat, situado frente a la entidad bancaria escenario del tiroteo. Por si fuera poco, La Caritat está situada en la misma calle del banco, Gamil Mulleras, a escasos 40 metros. Una macabra coincidencia. Pero no la única. Tras ser detenido, un policía local cogió el rifle de Pere Puig, con la mala suerte de que se le escapó un disparo que fue a parar a la ventana de una funeraria llamada Puig.
El presunto asesino trabajaba en la constructora Tubert. Iba a ser despedido en el día de ayer, pero ya lo sabía. El pasado martes le dieron el finiquito, que fue a cobrar a la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Allí le comunicaron que el talón no tenía fondos, según los vecinos. Se inició así una fuerte discusión con las dos futuras víctimas mortales, que en ese momento no llegó a más. Otras versiones apuntan a que la empresa le debía una importante suma de dinero. Al parecer, se le había justificado el despido por el mal momento que vive el sector de la construcción, consecuencia de la crisis. Algunos vecinos afirmaron a LA RAZÓN que podría tener el piso embargado. Otras hipótesis indican que hacía tiempo que no cobraba, lo que convierte el sangriento suceso en una venganza económica.
Ayer por la mañana, Puig se levantó temprano y se dirigió directamente al bar La Cuina de l'Anna de La Canya, una pequeña población adyacente a Olot. Justo antes de entrar, un vecino le dijo: «¡Qué frío hace!». A lo que él respondió: «Hoy me voy a quitar el frío». Sabía que ahí desayunaban el propietario de la constructora y su hijo. Se presentó a las 9:10 horas. Y, efectivamente, ahí estaban. Junto a una tercera persona. Sin mediar palabra, sacó su rifle de caza y disparó a ambos. La tercera persona quedó cubierta de sangre, sin creer lo ocurrido. El propietario del bar, aún estupefacto, se escondió bajo el mostrador, en estado de pánico. Sin embargo, no tenía que temer nada: Puig no quería perder tiempo.
El presunto asesino cogió su coche, un viejo todoterreno de color azul, y se dirigió a Olot. La entidad bancaria abría a las 9.00 horas y Pere se presentó sobre las 9:21. Dejó el coche mal aparcado, entorpeciendo el tráfico, y entró en la sucursal. Tampoco perdió el tiempo: descerrajó varios disparos certeros a la empleada y al subdirector de la entidad, los mismos con los que discutió el día anterior. El subdirector era padre de dos niños pequeños
En menos de media hora
Tras los tiros, salió al exterior, donde casualmente pasaba una patrulla de la Policía Local. Se entregó en el acto, y según testigos presenciales, afirmó: «Ya estoy satisfecho». Cuatro muertes en menos de media hora. España no vivía un suceso similar desde Puerto Hurraco.
Puig era conocido en la zona por ser un tipo peculiar. Le gustaba vestirse de «sheriff» e ir por la calle, por las noches, con una estrella en el pecho, un sombrero de «cowboy» y una pistola de plástico. Nadie hasta ahora se lo tomaba en serio, y tampoco tenía antecedentes policiales. Es difícil saber qué se le pasó por la cabeza en el momento de los hechos, pues tampoco se le conocen desviaciones mentales.
Además, Puig es miembro de la Sociedad Cazadora de Sant Esteve d'en Bas, localidad donde vive. Soltero, no se le conocen muchas aficiones. Un tipo solitario que quiso emular a los clásicos francotiradores de EE UU. Su condición de cazador le facilitó las cosas a la hora de saber disparar.
En todas partes alucinaban. La propietaria de una inmobiliaria, a diez metros de la sucursal, no se lo creía. «No sé qué decir, porque conocía mucho al subdirector. Éramos vecinos», dijo a este diario, consternada. «He escuchado un ruido parecido a un petardo, pero no sabíamos qué era», manifestó, antes de añadir que «a los pocos minutos ya me estaba llamando todo el mundo para saber qué había pasado». Su opinión era idéntica a la de la propietaria del bar: «Ésta parece la calle del crimen, de la maldad». También a escasos metros de la sucursal hay una guardería. Sus empleadas se asustaron al oír los disparos, pero no cundió el pánico entre los niños ni entre sus padres.
Horas después, los Mossos y el detenido reconstruyeron los hechos. Con aspecto cansado, Puig acompañó a los agentes durante 10 minutos para reconstruir lo sucedido en el bar, y 35 minutos para recrear lo acaecido en el banco. Luego fue conducido a comisaría, a la espera de su puesta a disposición judicial.
Una ciudad marcada por la crónica negra
El asesinato de cuatro personas ha devuelto a Olot a las portadas de los diarios. Esta localidad gerundense, de 33.000 habitantes, se vio salpicada por la acción de un celador con problemas psiquiátricos, que confesó el asesinato de once personas en el geriátrico La Caritat. Con todo, el caso que puso a Olot en el mapa de la crónica negra fue el de María Angels Feliú, raptada en noviembre de 1992 en el aparcamiento de su casa y que permaneció 492 días de cautiverio.
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