15M
La verdadera cara del 15-M
El movimiento 15-M, como parte de una oleada mundial de acciones de los «indignados», reunió ayer a sus seguidores para recuperar en la Puerta del Sol de Madrid, y en otras ciudades como Barcelona, la imagen del frescor que alentó hace un año a jóvenes, y no tan jóvenes, de diferentes ideologías, a manifestarse para cambiar las cosas de forma pacífica e imaginativa. Pero el mensaje de hace un año, cuando gobernaba el PSOE de Rubalcaba, es hoy distinto bajo el Ejecutivo del Partido Popular. Como diferente ha sido la actitud de un grupo de «indignados» que lanzó objetos y pintura contra la fachada del edificio de la Bolsa de Barcelona mientras el grueso de la marcha transcurría sin incidentes. También en Valencia los manifestantes dieron muestras de radicalización al ocupar por la fuerza la plaza del Ayuntamiento tras derribar el vallado que acotaba el recinto donde se iba a disparar un castillo de fuegos artificiales.
Han cambiado igualmente muchos de los mensajes y pancartas que portaban los manifestantes. Con Rajoy en el Gobierno, las protesta se dirigen directamente contra las políticas reformistas con carteles de rechazo a las medidas de reformas financiera y laboral, o contra la política educativa. Son los mismos mensajes de la «jornada de lucha» convocada el jueves por el sindicato de estudiantes y los partidos de izquierda. El nuevo 15-M ha logrado su propósito de sacar a las calles a millares de personas, pero lo que no se repite es la experiencia de entonces, cuando se reunieron jóvenes antisistema junto a católicos, agnósticos o de tendencias políticas opuestas. Quienes quisieron entonces escuchar lo que sucedía en el corazón de Madrid tuvieron apenas unos días para sorprenderse por la desacostumbrada frescura del debate y la toma de conciencia de los jóvenes ante la gravedad de la situación. Mientras su ejemplo se esparcía como la pólvora por el mundo, los «indignados» madrileños caían devorados por una izquierda que demostró sus galones políticos para «reconducir el proceso» y convertir lo que fue una iniciativa al margen de los partidos en un ariete contra el Partido Popular. El movimiento terminó en algarada de los antisistema y campamento de «perroflautas», donde los jóvenes católicos que asistieron a la visita del Papa Benedicto XVI en la JMJ sufrían el acoso de los « indignados» ante la inoperancia de la Policía de Rubalcaba. Conviene ahora recordar los acontecimientos que siguieron al 15-M, con su rosario de violencia callejera y la actuación de partidos, en especial del PSOE e IU, que dejaron al descubierto la falsa independencia de los presuntos líderes juveniles. Los mismos que ahora, sin caretas, dirigen las concentraciones directamente contra el Gobierno del Partido Popular.
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