Novela

Tirando piedras

La Razón
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Al margen de la decisión sobre Ángel Luna del juez que le investiga, aupado al TSJ valenciano con el aval socialista, a un servidor lo que más le interesa del personaje es su habilidad para tirar piedras. Lo demostró en un pleno de las Cortes regionales al que se llevó un pedrusco que arrojó a sus señorías para eximir su presunta culpa en corrupciones autoafirmándose como hombre-libre-de-pecado-que-tira-la-primera-piedra.

Nunca me gustaron mucho los lanza-piedras. En Irán son los más integristas y exaltados. Acribillan a pedrada limpia a hombres y mujeres por considerarlos impuros. Se ve que Luna se siente puro y por eso practica esta actividad tan talibana, propia de predicadores blanqueados que con frecuencia ocultan bajo el traje los bochornos. Luna quiso lapidar a Camps a pedrada limpia sin tan siquiera permitirle el derecho a la defensa. Cuando lanzó su guijarro estaba vindicando su libertad para tirar piedras, para lapidar al pecador. Mal asunto. Tirando piedras no vamos a ningún sitio.

A la gente hay que juzgarla y condenarla, pero no matarla a pedradas. Es impropio del mundo civilizado. Por eso hay que defender para Luna su derecho a demostrar que no incurrió en evasión de capitales, que no aceptó 698.600 euros para reformar su vivienda ni un Audi A-6 como regalo. Lincharlo a pedradas es lo que él hubiera hecho si no fuese porque en este caso se trata de sí mismo.