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Arrugas ojeras canas el poder desgasta

¿Qué ha pasado con el pelo de José Luis Rodríguez Zapatero? La imagen de muchos presidentes cambia notablemente desde el momento en el que acceden al cargo al instante en el que lo abandonan. George W. Bush envejeció antes de tiempo. Obama lo ha hecho en apenas unos meses. Y Zapatero ya no es el mismo. ¿Está afectando la crisis al presidente español?

A pesar de tener 44 años cuando ocupó el 1 de Downing Street, a su salida su aspecto también se había deteriorado
A pesar de tener 44 años cuando ocupó el 1 de Downing Street, a su salida su aspecto también se había deterioradolarazon

Llevar las riendas de un país desgasta y mucho. Nadie dice que sea tarea fácil, pero lo cierto es que el aspecto de la mayoría de los presidentes experimenta cambios. Cansancio, arrugas, canas, añaden, en la mayoría de los casos, más años de los que cumplen en realidad. Si el poder no envejece, al menos, sí acelera el proceso.La guerra de Irak o la crisis económica en EE UU provocaron un desgaste notable en George W. Bush. Lo mismo le ocurrió a Bill Clinton. En 1993, asumía la presidencia del país más influyente del Planeta con un aspecto muy juvenil. Dos años y medio después de ocupar la Casa Blanca, y tras el «escándalo Lewinsky», mutó a una imagen más madura. El actual presidente norteamericano, Barack Obama, ha envejecido notablemente en los últimos meses. Razones tampoco le faltan: una grave crisis financiera, la debacle de la industria automovilística y la guerra de Afganistán, entre otros poderosos motivos.El caso de Obama saltó a los medios de comunicación. «The New York Times» consultó con el doctor Michael Roizen, cofundador de la web «RealAge», que permite conocer la edad real del cuerpo en función de sus hábitos (consumo de alcohol o de tabaco, entre otras variables) y dijo que «los presidentes envejecen dos años por cada uno que están en la Casa Blanca».La resignación de ObamaEl propio Obama, durante la campaña presidencial, comprobó que le estaban saliendo cada vez más canas. «Cuando empecé hace meses en Springfield todo el mundo me llamaba hombre joven, pero ya no lo hacen», aseguraba el pasado mes de agosto. «El pelo se me está poniendo gris», añadía resignado.Tony Blair se convirtió en 1997, con 44 años, en el primer ministro más joven del Reino Unido. Diez años de gobierno después hicieron mella en su rostro: más canas y ojeras. En 2002, el canciller Schröder ganó una demanda contra una revista que publicaba la opinión de su relaciones públicas: «La gente confiaría más en él si no se tiñese el pelo». Schröder logró que ese número de la revista no saliera a la calle. Según su abogado, el problema no radicaba en si se teñía o no el pelo, sino en que aquellas declaraciones no eran ciertas. Con 66 años, en la actualidad, resulta cuando menos sospechoso el pelazo que luce. España no es ajena a estos cambios. Los dos últimos años de gobierno han sido realmente duros para todos los españoles, pero sobre todo para el presidente del país. Más bolsas, ojeras, aún más delgado, pero, sobre todo, más canas. ¿Qué ha pasado con el líder socialista, que en los últimos años su cabellera negra se ha visto salpicada de canas? ¿Su vida como presidente del Ejecutivo resulta tan estresante? Con cada debate y cada aparición en público se acrecientan los rumores sobre el pelo del presidente ZP. Hay quien aconseja teñirlo, hay, por el contrario, quien considera que le da un aspecto más sufrido. Otros, le ven un aspecto más atractivo, un estilo a lo George Clooney o Richard Gere, en fin... hay para todos los gustos.La pérdida de algún ser querido, un disgusto, la presión en el entorno laboral... pueden precipitar la aparición de las canas. Una leyenda urbana cuenta que cuando los asesores políticos de Felipe González se percataron de que su juventud (40 años al ganar las elecciones del 82) podía jugar en su contra, le recomendaron teñirse las canas. De la noche a la mañana, González empezó a lucir unas más que plateadas patillas. La oposición política española tampoco se libra de las canas, o sí, según se mire. El anterior presidente del Gobierno, José María Aznar, tan sólo luce canas en su bigote, cada vez más recortado; y no menos espectacular es el caso de Mariano Rajoy. Parece que su asesor de imagen le ha obligado a teñirse el pelo, pero olvidando la barba y los pelillos que salen en la nuca, que los tiene completamente blancos. Pese a lo inevitable del proceso de la canicie, existen una serie de soluciones cosméticas para reducir el impacto de las canas, también en nuestros políticos. Algunos estilistas recomiendan champús específicos para cabellos grises, existe la posibilidad del tinte para disfrazar las canas, «Just for Men» y «Lady Grecian» son un clásico. Pero también queda otro consuelo: mientras los hombres canosos, maduran; las mujeres, envejecen.