Caso Marta del Castillo
Crónica negra: Delito sin cadáver por Francisco PÉREZ ABELLÁN
El juicio contra los presuntos culpables de la desaparición de Marta del Castillo, que falta de su domicilio desde el 24 de enero de 2009, sigue su curso, aunque se trata de un trazado irregular y a veces incomprensible. Ha habido un juicio previo contra el único menor, culpado sólo de encubrimiento y absuelto de los más graves delitos que le imputaban. Ese procedimiento carga todavía más las tintas sobre el futuro de Miguel Carcaño y sus supuestos cómplices: su amigo, Samuel, su hermano, Francisco Javier y la novia de éste.
Sin cadáver pueden ser condenados pero jamás con la contundencia que lo habrían sido con el cuerpo de la niña mostrando el trato recibido y la causa brutal de la muerte. Ante la pregunta de si la falta del cuerpo de la supuesta víctima influirá en la condena, los expertos en Derecho Penal dicen en los periódicos que puede haber condena igualmente. Desde luego, pero hay que matizar que no será lo mismo.
El delito de violación, que se cargaba sobre las alas del «Cuco», ha desaparecido, y también el de asesinato, imposibles de probar. Con ellos se ha ido el testimonio del menor, que podía mantener una acusación de tono mayor, en caso de que le hubiera dado por ahí. Pero no nos engañemos, todo estos implicados forman un grupo compacto, interactivo, muy comunicado, que es conocedor de que la aparición del cadáver de Marta del Castillo (admitiendo que estuviera muerta) empeoraría el pronóstico de todos.
Sobre un cuerpo puede precisarse si hubo ensañamiento o tal vez alevosía. Puede determinarse si fue violado o si se abusó de él. Igualmente se extrae la causa de la muerte o si el mecanismo fue lento o rápido y, en definitiva, si el autor o autores, es o son homicidas o asesinos.
¿Un cenicero?
Por el momento, de lo único que podemos estar seguros, es de que la muerte no se produjo como dice Carcaño durante la vista: «Estábamos discutiendo y de pronto tomé el cenicero y le di un golpe».
Para causar la muerte con un golpe de cenicero hay que dar más de una vez, con un cenicero pesado y con una enorme fuerza. Tampoco el motivo debió ser un enfado repentino, ni el final de una discusión. ¿Qué tal si pensamos que pudo darse en frío, para quitar de en medio a un testigo molesto?
La desaparición y probable muerte de Marta pueden presumirse por un complot de sus antiguos amigos, con una responsabilidad compartida que el juez deberá delimitar.
Tenemos un delito sin cadáver. Se puede condenar a los chicos por haber hecho desaparecer a Marta del Castillo, incluso por haberla matado, pero será difícil fijar el asesinato en vez del homicidio y los detalles de la muerte.
Los exámenes periciales son insuficientes, la escena del crimen está incompleta: nadie puede cerrar el círculo de la investigación. Hay una línea de fuga que empieza en la total ausencia de respeto a la acusación. Ellos parecen saber más.
Chicos listos éstos, presuntos delincuentes, que saben que sin cadáver la carga de la prueba disminuye. Al menor, « el Cuco», que pasaba por ser amigo de la dulce Marta, hay que imaginarlo volviéndole la espalda y abandonándola a su destino.
El tal Samuel, que asumía el papel de más amigo de ella que de los otros, también la dejó en la estacada. Según Carcaño, ante el tribunal que lo juzga, su hermano estaba aquella noche en el piso. ¿Cuál fue su papel? Hubo actores y cómplices y se repartieron de tal forma los hechos que a día de hoy siguen poniendo a prueba la eficacia de las fuerzas sociales. Ellos son más fuertes que la sociedad y sus investigadores, que poco o nada pueden hacerles.
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