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Tintín un héroe a todo tren

Spielberg puso Bruselas patas arriba e hizo suya la ciudad a golpe de simpatía. LA RAZÓN acompañó al cineasta en la doble presentación mundial del filme

El actor británico Jamie Bell en la presentación de la película en Bruselas
El actor británico Jamie Bell en la presentación de la película en Bruselaslarazon

Ni Merkel, ni Sarkozy, ni probablemente la crisis más importante de la deuda soberana en la eurozona podían empañar su día. Televisiones, radios, escaparates y marquesinas de Bruselas se entregaron ayer a la causa del nuevo héroe nacional: Tintín. Steven Spielberg, responsable del repunte de la popularidad del joven joven periodista, quiso agradecer el personaje que Hergé le regaló con otro regalo: la première mundial de la película en su ciudad natal. Así que ayer, un hotel situado a escasos metros de la Grand Place de Bruselas, una ciudad tranquila y poco acostumbrada a los trasiegos que generan las estrellas, recibió a Spielberg con su mejor y más segura cara: calles cortadas y decenas de policías para la llegada del rey Midas de Hollywood, que salió del coche con su habitual gorra con bisera y sonrisa. Acompañado de su esposa, Kate Capshaw (a la que está unido desde «Indiana Jones y el templo maldito», 1984), el realizador atendió pacientemente a la Prensa internacional allí congregada, incluso a los muchos periodistas japoneses disfrazados de Tintín.

Tras el baño de medios, todo el equipo a la alfombra roja de la première belga, atestada de adolescentes (y no tanto) como si de un concierto de Justin Bieber se tratara. El bruselense es un público agradecido: el clamor popular no era mayor para Jamie Bell (que interpreta a Tintín y conocido gracias a «Billy Elliot») que para Joe Letteri, un maestro de los efectos visuales (responsable de «Avatar» y «El señor de los anillos», entre otras cintas de acción).

Medalla de honor
Pero Spielberg sólo hay uno. Con la medalla de honor de la ciudad de Bruselas colgada del cuello, ante una plaza abarrotada de admiradores, le pidieron un mensaje para la ciudad: «Id a ver "Tintín". Nació aquí». Sin parar de firmar autógrafos sobre los DVD de «La lista de Schindler» e «Indiana Jones» y posters de «E.T.» que la gente se peleaba por darle, el director lideraba el equipo de la película que se desplazó a Bruselas: Gad Elmaleh, Kathleen Kennedy, Joe Letteri y Jamie Bell. Daniel Craig, que interpreta a Ivanovich Sakharine, y la del productor Peter Jackson, que disculpó el propio Spielberg por su rodaje de «El Hobbit».

Bruselas fue sólo el comienzo. Con la première belga en marcha, el equipo se dirigió a la estación Gare du Midi para inaugurar el tren Tintín, un vehículo disfrazado para la ocasión de la película, que cubre el trayecto Bruselas París en una hora y media, y, así, llegar al país con más admiradores de las aventuras del joven periodista del planeta: Francia. Con una ceremonia de por medio, que actores, director y productora amenizaron con bromas varias, otra première, la de París, les esperaba. El país galo no podía quedar sin su deferencia, y la tuvieron, aunque la magia de la ciudad del cómic que, además, vio nacer a Hergé, sólo podía surgir en Bruselas.

Olvidar la tecnología
¿Necesitaba la película este fasto? Seguramente no, pero hace años que Spielberg no se muestra tan emocionado con una película y, a la vez, tan apasionado por ella y por el creador del que seguro se convertirá en uno de sus míticos personajes, como ya lo son Indiana Jones y E.T. «No importa mucho cómo se ha hecho. Lo importante es la historia y este personaje; desde que lo conocí no me lo pude sacar de la cabea. Ojalá la gente pueda olvidar la tecnología cuando la vea y sólo le llegue la historia», aseguró Spielberg.

Aunque nosotros nunca sabremos con certeza qué habría opinado Hergé de «Tintín y el secreto del unicornio», al cineasta no le cabe ninguna duda. «Le gustaría, lo sé. No llegué a conocerle porque su muerte ocurrió de forma inesperada pocos meses antes de nuestra cita. Pero hablé mucho con él por teléfono y sé cuál era su idea». Por ejemplo, embaucar al público adolescente a través del humor vulgar no estaba en los planes: «No nos interesó en absoluto utilizar a Tintín como un personaje cómico del estilo de los últimos 30 años para atraer a los adolescentes. Hay una pureza en Tintín que hay que respetar. El ecléctico grupo de personajes que le rodea crear el contraste necesario para que sea suficientemente entretenido», aseguró Spielberg, que no dejó nada a la casualidad y lució para la ocasión en la solapa de su chaqueta un pin con dos banderas: la de Estados Unidos y la de Bélgica.

«Tintín» no existe en EE UU
A sus 65 años sigue ilusionado y trabajando: «Es lo que te mantiene humilde y activo», explicó, aunque su última locura, la de Tintín, hace años que germinó en él. «Descubrí a Tintín a los treinta e, inmediatamente, me convertí en un auténtico admirador. Me da mucha pena no haberlo conocido antes, pero en Estados Unidos no se edita. Es por esto que los tres guionistas de la película son británicos, necesitaba gente a la que no le tuviera que explicar quién es Tintín. Por eso tardé 30 años en hacerla, por eso y por la tecnología necesaria». De hecho, Spielberg usa en esta cinta una técnica denominada «motion capture», que consiste en rodar a los actores para después aplicarles la animación. Pero, como Steven Spielberg, tampoco queremos hablar demasiado de tecnología, no sea que nos perdamos la verdadera magia que posee el rey de Hollywood.


Un americano en parís
Como si le gustara el «modelo Woddy Allen», es decir, pasar desapercibido en su país y ser aclamado en Europa, Spielberg explora con esta película un terreno nuevo para él: no sólo se atreve a hacer un filme sobre un personaje completamente desconocido para los americanos, sino que, además, clama en cuanto tiene ocasión el mérito de su creador; realiza la película con una técnica, denominada «motion capture», totalmente novedosa; y, además, en 3D, ese formato tan prometedor pero que no acaba de cuajar entre los espectadores, sobre todo, teniendo en cuenta el sobrecoste que supone. Su carrera tampoco ha seguido nunca la senda de la seguridad. Con errores y aciertos (más éstos que aquéllos), decidir hacer una película de aventuras protagonizada por un hombre sin super poderes que, además, es arqueólogo, es desde cualquier perspectiva una apuesta. Tampoco olvidemos que Spielberg, cuando lo que se esperaba de él era el cine de aventuras que había desarrollado gracias a unos medios técnicos nacidos más del ingenio que del avance tecnológico, se embarcó en el proyecto de una producción colosal, la del drama sobre el holocausto nazi de «La lista de Schindler». Su trayectoria le permite estos riesgos y, a la vista de las primeras reacciones a su nueva película, su talento también.