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La hora de la verdad por Tomi Huhtanen

La Razón
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La Unión Europea vive tiempos de un dinamismo y una complejidad excepcionales. Para muchos analistas, los problemas en distintos miembros de la eurozona desde el principio de la crisis económica chocan con una aparente incapacidad para retomar el rumbo pese a los esfuerzos por coordinar una respuesta común. Es como si los europeos no termináramos de encontrar un rompeolas que pueda hacer frente al tsunami político, económico y social que parece poner en cuestión muchos de los modelos que creíamos insuperables. ¿Está destinada Europa a deshilacharse poco a poco ante la falta de convicción en la unión política y monetaria?
No. La UE no es el Titanic, porque hemos avistado el iceberg con tiempo suficiente para realizar las pertinentes maniobras. Pero esas maniobras, por muchos esfuerzos que nos demanden, son ineludibles. Nos hemos dotado de herramientas –de supervisión bancaria por ejemplo– que nos permitirán en el futuro enfrentarnos a las crisis económicas de una manera más efectiva. Hace cinco años parecía impensable plantear la posibilidad de que los presupuestos de los Estados miembros pasasen por un escrutinio común antes de llegar a sus parlamentos nacionales. Hoy en día es una realidad. La moneda común debe estar en el núcleo de la Unión. De ahí viene la necesidad de tener unas cuentas públicas saneadas, del compromiso voluntario asumido por los países europeos desde su misma concepción. Es en el marco de estas reglas comunes en el que se debe generar la confianza sobre la que se basen las reformas estructurales que nos permitan volver al crecimiento. No sirve de nada creer en fórmulas mágicas. Los cambios que debemos llevar a cabo –en mercados laborales e integración real del mercado único, por citar algún ejemplo– tardarán en generar empleo y crecimiento, pero es precisamente por eso, y esto es importante entenderlo, que no se pueden aplazar.

Si en el momento de su fundación las Comunidades Europeas existieron para afianzar la paz en un continente devastado por un siglo de guerras constantes, y durante la Guerra Fría ayudó a preservar nuestros valores de libertad y democracia, hoy en día la Unión Europea nos sirve para tener un papel activo en un mundo que ya ha cambiado y en el que hemos de preservar nuestro peso político y económico por un lado. Y por otro, y esto está en el mismo ADN de la Unión Europea, para ofrecer soluciones concretas a problemas concretos. Soluciones que mejoren el día a día de los ciudadanos europeos.

Pero frente al discurso de "teleshopping"de los partidos populistas, que no proponen una visión común para el continente sino un mágico crecepelo, un confuso menú de medidas heterodoxas, deshilvanadas, a menudo contradictorias e impracticables en su conjunto, los que creemos en Europa debemos tener el coraje de plantear una nueva narrativa.

No es la hora del pánico, como parece vaticinar el Presidente Schulz; o la hora de las soluciones desesperadas, como proponen las derivas populistas. Para Europa es la hora de la verdad: la hora de defender nuestra economía social de mercado, nuestra competitividad, nuestros valores, nuestra solidaridad y la política del euro. No se trata de una hamletiana y falsa disyuntiva entre consolidación financiera o crecimiento, sino que aquélla, aunque insuficiente, no puede dejar de ser una condición necesaria para reactivar el crecimiento económico europeo. Cualquier otra cosa sería como intentar correr sin tocar el suelo.

 La ruta no está siendo ni será fácil, pero sólo con más y no con menos Europa, sólo saneando nuestro sistema en profundidad, sólo emprendiendo valientes y profundas reformas estructurales, podremos volver a aguas seguras que inspiren la confianza suficiente para poder estar a la altura de un cometido que marcará sin duda nuestra historia común europea.

 

Tomi Huhtanen
Dir. Centro de Estudios Europeos en Bruselas