Nueva York
Cuenta atrás para el nuevo desarme nuclear entre Washington y Moscú
Hace casi tres semanas los republicanos enviaron una carta con un mensaje inimaginable al líder de la mayoría demócrata, Harry Reid, aunque el presidente Barack Obama era el destinatario en realidad.
En la misiva se pudo leer la amenaza de los conservadores, quienes estaban dispuestos a bloquear todas las iniciativas pendientes en el Congreso, si no se extendía la ley de recorte de impuestos del ex presidente republicano George W. Bush. Y como todo en Washington, sus condiciones iban envenenadas.
Entre las personas a las que pretendían beneficiar con esta medida, estaban las clases más adineradas a las que los republicanos siempre han favorecido. Pero esto es precisamente algo contra lo que había hecho campaña el actual presidente estadounidense cuando era candidato.
Barack Obama estaba atrapado. De este juego político dependían la derogación de la prohibición a gays y lesbianas servir en las Fuerzas Armadas, la reforma migratoria para los jóvenes estudiantes indocumentados y el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas con Rusia (START).
Pero, entonces, al presidente demócrata apenas le tembló el pulso cuando se puso a negociar con los republicanos las condiciones de la ley de reducción de impuestos de Bush. Quería conseguir a toda costa que, al menos, no bloqueasen la votación de estas tres grandes iniciativas. Tampoco, dudó cuando ordenó a sus ayudantes de la Casa Blanca persuadir a los legisladores de su partido, sobre todo a los de la Cámara de Representantes, que votasen a favor de esta ley. Washington es así.
De esta forma, una vez aprobado el proyecto de reducción de impuestos el pasado fin de semana, el Senado levantó la prohibición a los gays y las lesbianas de servir en el Ejército. Eso sí, tumbó la reforma migratoria de los estudiantes indocumentados, que hubiese sacado de las sombras a estos jóvenes. Pero al menos ya fuese a favor o en contra, se consiguió desbloquear el Senado y sacar adelante las votaciones.
Todavía queda una de las grandes apuestas en política exterior de Barack Obama, el tratado START, del que se empezaron a votar enmiendas el pasado fin de semana. Con todo esto, los políticos del Congreso han demostrado que son capaces de votar leyes cuando quieren, además de eternizarse con los procedimientos y debates de ambas cámaras.
Ayer los diferentes senadores de ambos partidos, el tratado necesita dos tercios del Senado para ser aprobado con 67 de los 100 votos, se pasearon por los distintos programas políticos de televisión para defender sus posturas.
El senador Richard Lugar, republicano de Indiana, miembro del Comité de Relaciones Exteriores, reconoció que lo más difícil será sortear todos los obstáculos y llegar a una votación final. El conservador cree que al menos nueve republicanos ratificarán el tratado, ofreciendo al partido de Obama los 67 votos necesarios.
«Todavía tenemos que escuchar un buen número de enmiendas y haremos nuestro trabajo. De hecho, intentaremos seguir adelante», explicó Lugar sobre la estratagema de algunos compañeros de partido, que han intentado presentar el mayor número de enmiendas para retrasar la votación. Los conservadores quieren agotar el tiempo del actual Congreso, con mayoría demócrata en las dos cámaras, al que sólo le restan unos días.
Problemas en enero
Están impacientes por que se inaugure el siguiente en enero. Entonces, Obama tendrá muchos más problemas con sus proyectos después de haber cedido varios asientos en el Senado y la mayoría de la Cámara de Representantes en las últimas elecciones.
Por su parte, el vicepresidente Biden aseguró ayer que «creo que tenemos» el apoyo necesario para ratificar el nuevo START, dijo Biden en declaraciones a la cadena NBC. El «número dos» de la Casa Blanca también aseguró que el Gobierno seguirá adelante con su plan de defensa anti-misiles en Europa.
Todavía así, Reid podría presentar una moción para dar por terminado el debate sobre el tratado START. Y, entonces, se podría votar la misma ratificación cualquier día a partir del miércoles. Todavía así, Obama ya ha demostrado que es capaz de negociar con los republicanos y luego disuadir a los políticos de su partido. Las reglas del juego han cambiado. Y el presidente se prepara para las nuevas conspiraciones de Washington.
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