Sevilla
OPINIÓN: El aburrimiento
De chica me aburría. No es que no tuviera entretenimientos, pero la repetición de juegos y rostros acababa por saturarme. «Me aburro» es la frase que más me recuerdo pronunciando. Una súplica repetitiva para que alguien exterminara aquel momento, casi siempre veraniego, en que no había refugio posible ni en la lectura ni frente a la tele. En la adolescencia, el desorden general apacigua esa sensación. Pero ahora, con familia y trabajo, he de reconocer que ha regresado el pavoroso aburrimiento. Me aburro de las mismas caras y mensajes estúpidos que mi profesión me obliga a escuchar. Las respuestas están escritas antes de formular la pregunta y ni el ingenio ni la ocasional locura arrancarían algo interesante de labios de quien no tiene nada que decir. Yo me desquito soltando palos ocasionales –con fundamento, no vayan a pensar– en la cabeza de quienes causan mi tedio. Hoy me siento especialmente aburrida, muy muy aburrida. Y un poco cansada por lo ridícula que se siente una mendigando entrevistas a un concejal al que, admito, no profeso excesivo respeto. En diciembre hará un año de excusas. De la enfermedad a la convalecencia, de la agenda apretadísima a la desgana. ¡Por fin un atisbo de verdad! No le apetece conceder entrevistas (a según quién). Sin rencor. A partir de mayo volveré a intentarlo con su sustituto.
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