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AhoraTeatro. Como puede que sepan algunos de mis lectores, soy autor de teatro, y me hubiera sorprendido mucho en mi juventud si me hubieran dicho que en España, pasado el tiempo, disminuiría en general la lectura de teatro más o menos reciente, así como el conocimiento, por educación, de grandes obras literarias bajo especie teatral, como es «La Celestina» de Fernando de Rojas, lectura tan importante como el «Quijote».

Muchos profesionales fanáticos dicen que el teatro no es literatura sino espectáculo. Es las dos cosas a la vez, pero sin un argumento y un diálogo que lo desarrolle no hay teatro que valga. Será mímica u otra cosa: improvisaciones, performances… Espectáculo, sí, pero no teatro.

De pequeño, en mi casa, las publicaciones teatrales hebdomadarias, como «La Farsa» –que publicaba los más interesantes y recientes estrenos– eran muy comunes, así como los libretos de zarzuelas y «genero chico». En otros hogares de la clase media sucedía lo mismo. En aquellos librillos, tan accesibles a todo el mundo, se incubó mi vocación literaria y teatral.

Me angustia y aterra pensar en un retroceso cultural en tal aspecto, parecido a la extrema decadencia romana, un teatro-circo de variedades, con total olvido de la tragedia o la comedia clásicas. El teatro de Séneca no se representó nunca. No era esta su intención primordial, pues estaba dedicado a la lectura por una minoría culta. ¿Quién puede opinar que el futuro no sea jamás involucionista, que, en muchos aspectos, se retroceda en lugar de avanzar?

En nuestro país, la venta de libros de teatro, publicaciones periódicas y demás es mínima, y el teatro escrito se regala más que se vende. Del numeroso público que asiste al teatro, sólo un minoría casi invisible lee teatro, en tanto que pura efusión verbal e imaginativa, con pleno derecho a competir con otros géneros de la literatura. Las grandes obras paradigmáticas siempre tuvieron lectores, exégetas y estudiosos, al margen de su representación temporal.

Esa carencia se ha ido acentuando cada vez más. No resulta difícil explicárselo: el cine, la televisión y hasta la propia radiofonía le roban lectores al teatro, mucho más que a la narrativa. Es más alarmante comprobar que la propia crítica literaria no tenga tan en cuenta el teatro como lo tuvo en tiempos. Ahora me parece insensato haber dedicado casi toda mi vida a escribir en la «tercera división» del ramo –arte menor y perecedero, de usar y tirar– a ser publicado en ediciones muy minoritarias y a ser leído con un mínimo de atención por actores, directores y otros profesionales del escenario, pero no por lectores comunes, por la «gente corriente» que es, precisamente, para la que he escrito siempre, para ese «niño corriente», que me descubra y se ría y sueñe leyéndome. Esto se acabó. Ahora ese niño tendrá que ser iniciado al teatro mucho más tarde, por un imperativo docente y educacional. Ahora yo no soy ningún descubrimiento parara un niño, sino un nombre perdido en una asignatura.

No sin cierta dificultad, se le enseñará a leer teatro, y será muy arduo que lo haga en voz alta y con la suficiente expresividad. ¿Se tiene en cuenta el atraso, el absentismo y el fracaso de muchos de nuestros jóvenes alumnos? Hay que inculcarle algo muy importante, el ejercicio de la propia imaginación, visualizando, espontáneamente, como puede suceder plásticamente lo que está leyendo, su versión personal y subjetiva. Se le sugiere con ello la posibilidad de ser director de teatro o de cine, escritor, guionista, dialoguista… Hay que explicarle que imagine gestos, movimientos, escenarios… De modo que se aficione a este juego, cien por cien didáctico.

Yo quiero creer que el siglo XXI tenga también suficiente estómago para alimentarse de Renacimiento, como se ha hecho en siglos pasados. No lo hemos superado todavía. Lamentaría que estas líneas se tomaran por recriminación profesoral. Me siento más un «suspendido» o un aprobado «por los pelos», que un doctor ex letras. Y me limito a sugerir que leamos teatro, en la misma clave o tesitura, imaginativa y lúdica, que nuestros inteligentes antepasados.