Estados Unidos
El revulsivo de Romney
El candidato republicano elige al joven congresista Paul Ryan como «número dos». Es conocido por su batalla contra el déficit y por atraer a una amplia base electoral
Mitt Romney necesitaba dar un revolcón a su candidatura a la Casa Blanca. Pese a que los indicadores económicos corren a su favor, el ex gobernador de Ma-ssachusetts no consigue despegar en las encuestas. Con un paro del 8%, una cifra inaudita en Estados Unidos, el candidato conservador debería situarse por delante del presidente, Barack Obama, en los sondeos de opinión. Pero desde hace meses están instalados en un empate técnico. En el seno del Partido Republicano, empezó a extenderse la idea de que Romney debía corregir el rumbo de su campaña y tomar una decisión «arriesgada y audaz» con su «número dos». Esta corriente pujaba frente a quienes pedían «prudencia», en clara referencia a la elección en 2008 del huracán Sarah Palin, y apostaban por un «hombre aburrido que no ofreciese distracciones». La selección del congresista Paul Ryan supone, sin embargo, el triunfo de los primeros. Joven, carismático y enérgico, es admirado tanto por el heterogéneo movimiento conservador del Tea Party como por el «establishment» republicano.
Todos le reconocen su batalla política en contra del déficit público. «Es una elección atrevida y apropiada que va a dinamizar las bases republicanas», asegura a LA RAZÓN el presidente del «think tank» conservador Hudson Institute, Herbert London, desde Washington. «Ryan ha introducido la propuesta presupuestaria más sólida y significativa del Congreso», añade, en alusión a su «Plan de Prosperidad», con el que plantea un recorte de 261.000 millones de euros del gasto público. En estos años, el aumento del déficit se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los norteamericanos, sobre todo ahora que Europa se halla sumida en una profunda crisis de deuda. «Es muy sólido en las cuestiones económicas», concluye London.
La base naval de Norfolk en el estado de Virginia se convirtió ayer en el escenario apropiado para la presentación de este hombre orgulloso de ser del medio oeste –el corazón de EE UU, la patria del americano normal– con el que Romney pretende ganar adeptos. El ex gobernador lo definió como un político virtuoso con «visión, juicio y carácter». En su turno de palabra, Ryan hizo vibrar a la afición con su compromiso de «mente y en corazón» con la causa republicana, informa Efe. Dijo que es un «orgullo estar con un hombre que entiende lo que se necesita para crear empleo y mejorar la economía». «Obama es parte del problema, mientras que Romney es la solución», remachó. Pese a que todavía no es un político conocido en la escena nacional, Ryan sí ha destacado como presidente de la Comisión de Presupuesto en el Congreso por su oposición constructiva a la reforma sanitaria de Obama. Propone privatizar parte del gasto sanitario para hacer el sistema sostenible.
Los medios anglosajones advertían de que muy probablemente los demócratas aprovechen su nominación para convertir la contienda en un referéndum sobre la reforma sanitaria y alejar la atención de la economía. Los republicanos, sin embargo, no dejarán de vincular la reforma con el aumento del gasto público.
«The Wall Street Journal» decía ayer en un editorial titulado «¿Por qué no Paul Ryan?» que los estadounidenses son conscientes de que «la economía está creciendo demasiado despacio como para aumentar los salarios de la clase media, mientras que el Gobierno crece muy rápido como para ser sostenible». Para el periódico estadounidense, que ha hecho una concienzuda campaña a favor de Ryan, éste ha sabido ver las elecciones como «decisión generacional sobre el rol del Gobierno y sobre si EE UU volverá a ser una economía en crecimiento o se hundirá en el declive».
Pero no todo son alabanzas. El profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Duke Bruce Jentleson ve un claro «handicap» en su «falta de experiencia en política exterior» y califica de «fuerte y sorprendente» la nominación del «ticket republicano». Romney y Ryan tienen por delante dos meses y medio para convencer a los contrarios y dar un mensaje de pareja ganadora.
Perfil
El enemigo del gasto público
Paul Ryan, 42 años, es un «hombre de números» hecho a sí mismo. Pese a que ha desarrollado toda su carrera política en Washington, mantiene su residencia familiar en Janesville, Wisconsin. Es un hombre orgulloso de ser del medio oeste y de representar al norteamericano normal. «Él no se enfada, o por lo menos no lo demuestra. Como [Ronald] Reagan, tiene ese aire amable y ecuánime del medio oeste», destacó ayer en su editorial «The Wall Street Journal».
Ryan estudió en la Universidad de Miami en Oxford (Ohio). Durante este tiempo trabajó para el ex senador de Wisconsin Bob Kasten. Tras acabar la carrera de Económicas se trasladó a Washington para ser asesor del congresista republicano y trabajó de camarero en un restaurante mexicano cerca del Capitolio. Fue analista del «think tank» económico «Empower América», dirigido por el republicano Jack Kemp. Con él tuvo su primer contacto con la campaña presidencial. Preparó a Kemp su discurso de candidato a la Vicepresidencia en la convención republicana de 1996. Desde 2007, preside el Comité Presupuestario del Congreso y se ha caracterizado por dar la batalla contra el déficit público. La elección de Ryan da un impulso a la campaña de Mitt Romney y le otorga un carácter ofensivo. La estrategia republicana se centrará en dos de los temas favoritos de Ryan: el empleo y el gasto público. Es un entusiasta del deporte y a menudo dirige el entrenamiento matutino de un grupo de jóvenes republicanos. También es un gran aficionado a la caza. Dicen que durante la temporada de los venados se dejaba crecer la barba para minimizar el olor. En lo personal su fe católica puede servir de polo de atracción para aquellos votantes que recelan del carácter mormón de Romney. En un país como Estados Unidos, la religión es una gran baza electoral, informa R. Colomer.
Obama, un cumpleaños en campaña
La residencia familiar de los Obama en Chicago será hoy el escenario de una fiesta con donantes para celebrar su 51 cumpleaños y recaudar fondos, síntoma de una fusión entre lo personal y lo político de la que el presidente de EE UU, Barack Obama, huyó una vez, pero ahora explota para ganar la reelección. La entrada a la fiesta cuesta 40.000 dólares.
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