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Buenos samaritanos por Lluís Martínez Sistach

La Razón
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Este segundo domingo del mes de febrero celebramos la jornada central de la Campaña Mundial contra el Hambre que organiza Manos Unidas, una organización no gubernamental (ONG) católica, formada por voluntarios, que desde el año 1960 lucha contra el subdesarrollo y sus causas. En su actividad ya ha superado el medio siglo; la campaña actual es la número 53. Aunque hoy en esta organización de la Iglesia trabajan, la mayoría como voluntarios, hombres y mujeres –entre ellos muchos jóvenes– debemos recordar que la iniciativa de la creación de la campaña fue, en sus orígenes, una iniciativa de las mujeres de Acción Católica.

Durante la anterior campaña, correspondiente al año 2010, a pesar de la grave crisis económica se recogieron casi 53 millones de euros, y se aprobaron 641 proyectos de desarrollo en 55 países. Por continentes, África fue la que vio más proyectos aprobados, eran 246, seguida de Asia, con 218, y América Latina, con 177. Las prioridades aplicadas en la última campaña a la hora de aprobar los proyectos de desarrollo fueron: la promoción educativa, la promoción sanitaria, la promoción agrícola y la promoción de la mujer.

El lema de la campaña de este año hace referencia especial a los problemas sanitarios y dice así: «La salud es un derecho de todos: ¡actúa!», y tiene como objetivo la promoción integral de la salud y de las condiciones básicas de vida. Esta campaña se centra en el sexto Objetivo del Milenio: combatir el virus de la inmunodeficiencia humana y el síndrome de la inmunodeficiencia adquirida (VIH/SIDA), que es una de las epidemias más destructivas de la historia. La campaña está también dirigida a potenciar la erradicación de la malaria y de otras enfermedades tropicales, a menudo olvidadas, que afectan gravemente a millones de personas.

Por eso, Manos Unidas intenta actuar como el «buen samaritano» de la parábola del Evangelio, aquel hombre bueno que se solidariza con el hombre herido y enfermo, cuidando de él. Esta parábola que Jesús acaba con una invitación a su interlocutor: «Ve, y haz tú lo mismo». Palabras que expresan muy bien la urgencia del «principio de la compasión» y la disponibilidad que vemos en Jesús para aliviar el sufrimiento de las personas afectadas por diversas enfermedades y disminuciones.

Es cierto que en el mundo actual queda mucho por hacer para que el derecho a la salud llegue a ser una realidad universal y los progresos de la investigación en vacunas y fármacos, y la aplicación de las medidas preventivas de las enfermedades sean puestas al servicio de todos, en especial de los habitantes de las naciones más pobres. Pero deseo acabar este comentario con una invitación a la esperanza. La esperanza que representan todos estos hombres y mujeres que trabajan para aliviar el sufrimiento de los más pobres de la tierra, ya sea con la investigación sobre vacunas y medicamentos, ya sea con el trabajo sanitario en la atención a los enfermos.

En nuestro mundo, tan repleto de problemas, también hay millones de «buenos samaritanos», que se aproximan a los más olvidados de la tierra y cuidan de ellos en la medida de sus posibilidades. Aunque no vivamos en tiempo de bonanza económica, la causa defendida por Manos Unidas merece nuestro apoyo y nuestra colaboración. Ya que es una de aquellas causas que no se pueden olvidar.

 

Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona