India
Provocando al Papa
Horts Geyer decía que la necedad significa el empleo de los medios inadecuados para la consecución de un fin. También que una de las combinaciones psíquicas más insoportables que podían efectuar los seres humanos era la de aliar la tontería con la aplicación. Lo he recordado mientras leía sobre la campaña de una marca de helados pensada para «recibir» al Papa en su visita al Reino Unido. El propósito, según parece, mientras se intenta «provocar» a Benedicto XVI con fotos de monjas embarazadas o curas gays es «vender helados». (Dios mío). No es la primera vez que se utiliza la iconografía religiosa cristiana para hacer propaganda pornográfica –disfrazada de supuesto «arte», o de simple mercadería, como en este caso– intentando desafiar, escandalizar o humillar a los cristianos, especialmente a los católicos, rebajándolos ante los ojos del mundo, en la senda de aquel «antipapismo» protestante del Renacimiento tardío que estaba empeñado en equiparar al Papa con el Anticristo. Los argumentos contra la Iglesia católica son hoy, bajo su apariencia de «renovación», de fresca modernez, los mismos que antaño: la corrupción de la curia, la inmensa riqueza del Vaticano («¿por qué la Iglesia no vende sus bienes y los reparte entre los pobres?»), los abusos cometidos en tiempos de la Inquisición, etc. Todas ellas, razones de una prodigiosa arbitrariedad y estolidez.
Los católicos que padecen el comprensible impulso de sentirse ofendidos por estas majaderías, replican: «¿Por qué el anticlericalismo lo es sólo contra el catolicismo y no contra el islam?, ¿por qué quienes se exceden hasta extremos ignominiosos, en muchas ocasiones delictivos, contra el Papa, se abstienen de hacer la mínima crítica a clérigos musulmanes integristas o cabecillas del terrorismo islamista a través de las figuras de Alá y su profeta Muhammad?, ¿es que el islam produce más respeto, o simplemente aterroriza mejor…?» Actualmente hay heladeros, publicistas y autoproclamados «artistas» que calumnian al catolicismo. Antaño, el obispo protestante John Bale (llamado «Bale el bilioso») calificaba a la iglesia romana de «impía de Jezabel, bestia cornuda, esposa de Satanás, gran meretriz» y otras perlas fruto de su pasión religiosa antipapista unida a una imbecilidad inusitada francamente notable. Todos ellos pertenecen a la misma cuerda.
Aunque, en efecto: una de las debilidades de Occidente, y por tanto de la democracia, que está contribuyendo al derrumbe de Europa en particular y de Occidente en general es haber permitido que las religiones cristianas, especialmente la católica, se conviertan en blanco de la estulticia generada por unas sociedades que se están autoinmolando a una velocidad pasmosa, violentamente permisivas, atontadas por la comodidad y el peso de la culpa de los desmanes cometidos por sus antepasados. Si bien, a mí más que los «tontos aplicados» europeos, me ofenden las matanzas y torturas de cristianos que están teniendo lugar en todo el planeta ante la indiferencia o connivencia general: en Pakistán (violaciones y persecuciones), la India (asesinatos, palizas, víctimas de vandalismo), Chiapas (tiroteos y agresiones), Irak (atentados), Nigeria (asesinatos a machetazos)… Como a Goethe, me sobrecoge la aflicción de la Humanidad. Su estupidez homicida.
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